LOS VARONES Y LOS MANDATOS DE LA MASCULINIDAD

Entrevista con Ariel Sánchez

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El cuestionamiento a las formas tradicionales y hegemónicas de entender la masculinidad ha tenido fuerte presencia en la agenda de 737[1].  Recientemente, una nota[2] traía la voz de compañerxs de SUTEBA que participaron en una experiencia sindical de capacitación en masculinidades, realizada en el marco del acta compromiso firmada con el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense: «Por un trabajo con igualdad: sin discriminaciones y sin violencias». Para profundizar en una temática que hasta no hace mucho se pensaba como ajena a las políticas de igualdad, conversamos con Ariel Sánchez, Director de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de ese Ministerio.

737: ¿Cómo surge esta preocupación por repensar la masculinidad y el involucramiento de los varones en las políticas de igualdad de género?

Ariel Sánchez: Desde hace un tiempo, Argentina y el mundo se ven conmocionados por las agendas de los feminismos y los movimientos de diversidad sexual. Hoy, muchos temas no se pueden trabajar sin pensar en la perspectiva de género. En este marco empieza a discutirse el tema de los varones frente a la desnaturalización y los cambios de los pactos sexuales y de género existentes.

Si queremos erradicar la violencia por razones de género, si queremos pensar mundos igualitarios, hay que trabajar no solo con el acompañamiento de las demandas de las mujeres y de la población  lgtbiq+[3], sino también pensar a la masculinidad. La masculinidad como dispositivo de poder, como conjunto de mandatos que tiene como principal destinatario para que los ejecute al varón cisgenero y heterosexual. Es decir, aquellos asignados como varones al nacer y que se identifican como tales y que su deseo sexual es heterosexual. Esto, y sin cruzar con otras categorías como las raciales, étnicas, de clase, etc., los pone en una posición de jerarquía, de privilegio frente a otras identidades, inclusive frente a otras identidades masculinas que no son tomadas como las hegemónicas.

737: ¿Cuáles son esos mandatos a desarmar?

A. S.: Los mandatos de la auto suficiencia, de la potencia siempre activa, de ocupar siempre el lugar de la verdad, de realizar las actividades más relacionadas con lo público, con la producción, con la discusión política en términos generales. Y en esa división huyendo de las tareas vinculadas con el cuidado, con la empatía, de lo que se vincula más a lo privado.

Una cuestión a pensar es este alejamiento de la masculinidad de las políticas de cuidado; los varones nunca pensándose como cuidadores, es decir, nunca construyendo un lugar en la empatía, en la escucha activa frente a las problemáticas de violencia de género. Atravesados por ese mandato, no reconocen ciertas situaciones de violencia de género -aunque sucedan cotidianamente en su vida- porque se minimizan esas situaciones.

si queremos pensar mundos igualitarios, hay que trabajar no solo con el acompañamiento de las demandas de las mujeres y de la población lgtbiq+, sino también pensar a la masculinidad. La masculinidad como dispositivo de poder, como conjunto de mandatos que tiene como principal destinatario para que los ejecute al varón cisgenero y heterosexual

Es necesario pensar cómo hemos sido educados para ocupar el lugar de “verdaderos varones” en una sociedad. Esto de tener siempre la certeza, siempre tener una respuesta, siempre estar dispuestos en el ejercicio de una sexualidad activa, de la potencia, de ocupar lugares de poder. Ir desarmando eso para construir relaciones igualitarias.

Y al mismo tiempo pensar los mandatos de masculinidad como factor de riesgo. Riesgo para mujeres y las personas lgbtiq+, por las situaciones de violencia, de desigualdad, de exclusión, y también de cómo, en esa estructura patriarcal, quedan excluidos en ciertos recorridos de sus carreras profesionales, por mandatos que supuestamente no pueden cumplir. También riesgo para otros varones.

737: ¿Por qué riesgo para otros varones?

A.S.: La teoría sobre masculinidad dice que los varones se hacen varones a partir de la mirada y del escrutinio de otros varones. Los varones aprenden esa masculinidad en lo que se llama la homosociabilidad masculina, que es el grupo de pares, de amigos, en espacios laborales o del deporte, donde van regulando el exitoso o no exitoso ejercicio de la masculinidad; van marcando cuándo se van saliendo de la frontera por llorón, por maricón, por lo que sea. Aparece a través del insulto o del humor, pero va regulando esos cuerpos y esa manera de actuar. Aprendemos que frente a conflictos con otros varones la única solución es más el ejercicio de la violencia que la escucha, la empatía, el diálogo.

Pero también riesgo para sí mismos. En tanto a los varones los educan en cierta impenetrabilidad, en cierta idea de que no tienen agujeros, no tienen fallas, no tienen fisuras, no pueden fallar emocionalmente ni físicamente. Eso hace que tengan poco registro de los efectos que pueden provocar sus prácticas, o cierta ceguera frente al registro emocional y físico de lo que les sucede. Por ejemplo, varones que llegan tarde al sistema de salud, o que se someten a prácticas de riesgo por consumo problemático de sustancias o por conducir temerariamente sus autos o sus motos. Son altas las estadísticas de varones que se mueren en accidentes o los matan por peleas callejeras –sobre todo jóvenes-. Y son altas las tasas de suicidio de varones jóvenes.

En tanto a los varones los educan en cierta impenetrabilidad, en cierta idea de que no tienen agujeros, no tienen fallas, no tienen fisuras, no pueden fallar emocionalmente ni físicamente. Eso hace que tengan poco registro de los efectos que pueden provocar sus prácticas, o cierta ceguera frente al registro emocional y físico de lo que les sucede

Muchas veces, los enfoques que están en contra de las políticas de género, dicen que los varones son víctimas de este mundo, y entonces muestran las estadísticas. Si las leemos desde el enfoque de género, podemos pensar que esas estadísticas son ciertas porque lo que es cierto es la reproducción de estos mandatos. Por ejemplo, los varones se mueren por determinado tipo de accidente pero esos accidentes, si los pensamos desde la perspectiva de género y el enfoque de masculinidades, pueden ser prevenidos. En tanto varones, están ejerciendo esos mandatos en el uso de un auto o en una pelea callejera. O por esta educación de la impenetrabilidad, no poder soportar ciertas dolencias emocionales y terminar con un suicidio por no poder pedir ayuda.

Es muy sorprendente que los varones, por ejemplo, no se acercan al sistema primario de atención de salud, no circulan por las salas de un barrio, no van a hacerse atender. Y sí aparecen en los de alta complejidad, cuando ya no pueden más o cuando alguien los lleva.

737: Mencionabas antes la incidencia de estos mandatos en el alejamiento de los varones de las políticas de cuidado.

A. S.: La estructura de desigualdad de cuidados es un núcleo duro del sistema patriarcal. Cuando no cuidamos a alguien, o cuando no nos aparece la pregunta por el cuidado de alguien -el cuidado en la vida cotidiana de viejxs, niñxs, de nuestros padres y madres, de un vecino-, hay siempre alguien cuidando y ocupando tiempo emocional y físico en cuidar a esas otras personas. Incluso cuando no nos cuidamos a nosotros mismos hay alguien cuidándonos. Y eso implica una carga emocional y física que provoca riesgos en esa persona por estar pendiente del cuidado del otro. También genera una estructura de desigualdad a lo largo de la vida. Porque esa persona que se está ocupando de las tareas de cuidado de las que no nos estamos ocupando nosotros, es una persona que quizás no puede desarrollarse profesionalmente, ni en sus deseos, ni en sus libertades, o ni siquiera en sus espacios de ocio. Un compañero de militancia, Luciano Fabbri, define este dispositivo en términos de “extractivista”, es decir que el dispositivo de masculinidad extrae o hace uso de los tiempos y de los cuerpos de las otras personas en función de sus propios tiempos y en ocupación de su propio tiempo. No es que simplemente hay varones diciendo “voy a hacer uso del tiempo de…”, sino que tiene que ver con trayectorias naturalizadas de estos mandatos.

737: Cuando trabajás estos temas con varones, ¿cuál es la reacción que surge?

A. S.: Hay diferentes tipos de reacciones. La primera, la más común, es el silencio. Cuesta un poco que empiecen a pensar. Van como dispuestos a que les digan lo que tienen que hacer, o a que los reten. A veces llegamos a los espacios, están discutiendo de mil cosas, de la vida, de política, de economía, de fútbol… pero se les pregunta por el género y de repente como que pierden el habla. Eso, más que ser un obstáculo, es de lo que  hay que discutir. Los varones no estamos acostumbrados a hablar de género, porque en algún punto parte de los mandatos de masculinidad tienen que ver con que los varones creemos que no tenemos género. Son mandatos vinculados a la idea de lo universal, a que somos la medida y la vara de los seres humanos. Entonces nos cuesta comprender gran parte de nuestras prácticas cotidianas en términos de género. Decía, es un obstáculo pero es de lo que hay que hablar, ¿por qué pensamos que no tenemos género? Después hay resistencias más desde el sentido común, que pueden ser discutidas, desnaturalizadas. Y obviamente te encontrás con grupos organizados ya ideológicamente en contra. Son resistencias más políticas donde hay una disputa por la interpretación de proyecto de país, de mundo.

Los varones no estamos acostumbrados a hablar de género, porque en algún punto parte de los mandatos de masculinidad tienen que ver con que los varones creemos que no tenemos género. Son mandatos vinculados a la idea de lo universal, a que somos la medida y la vara de los seres humanos. Entonces nos cuesta comprender gran parte de nuestras prácticas cotidianas en términos de género

737: ¿Cómo trabajás con las resistencias que están naturalizadas?

A. S.: Lo que se intenta es hacer revisión de estos mandatos, ver lo que le provoca a ellos la ejecución de estos mandatos, para que piensen que tienen un costo, no solo privilegio, sobre sus propias vidas. Y al mismo tiempo generar acciones, colectivas sobre todo, porque entendemos que es un trabajo colectivo el que hay que hacer en estos casos. Hay que politizar la categoría de varón. Lo digo un poco irónico porque el varón siempre estuvo, supuestamente, politizado porque siempre ocupó el lugar de lo público. Politizar su categoría va a generar resistencias, incomodidades, pero creo que cada vez más se está comprendiendo, sobre todo en espacios organizados, la necesidad de trabajar estos temas. Lo que estamos buscando son acciones concretas, salirse de ciertos lugares, dar lugar a la escucha y no tanto tener una respuesta inmediata ante todo, buscar un lugar en lo público enseguida. Revisar los lugares donde se siguen reproduciendo esos mandatos. El peligro es que terminemos sabiendo lo que tenemos que decir en lo público, pero que en lo privado se sigan reproduciendo ciertas lógicas. Promovemos que empiecen a ser formas de habitar el mundo, más que simplemente qué es lo que tengo que saber. Y que comprendan cómo eso nos cambia. Los feminismos hacen más felices a un montón de personas que son excluidas por el patriarcado, pero también puede hacer felices a muchos varones, sobre todo a quienes militan por proyectos políticos transformadores. La justicia social, la mirada de género, la inclusión de las políticas de diversidad sexual, son parte de un proyecto transformador que busca erradicar las diferentes formas de vulneraciones, que van articuladas. Las cuestiones de clase, las cuestiones raciales, las de género, no hay que pensarlas aisladas.

Ariel Sanchez

Ariel Sanchez Director de promoción de masculinidades para la igualdad del Ministerio de las mujeres, políticas de género y diversidad sexual de la Provincia de Buenos Aires

[1] LA MASCULINIDAD NORMATIVA NOS SIGUE PEGANDO ABAJO; A MI MANERA ; EL SOL SALE IGUAL, PARA MÍ Y PARA TODES

[2] SAY NO MORE

[3] Siglas que designan al colectivo compuesto por lesbianas, gays, transgéneros, transexuales, bisexuales, intersexuales, queer y el resto de identidades y orientaciones incluidas en el +, que indica que el colectivo sigue en crecimiento.