¿Ser docente?, ¿para qué formarme?, ¿para trabajar dónde y con quiénes?, ¿para lograr qué?, ¿parecerme o no parecerme a…?. Interrogantes que han dejado su marca, seguramente, en las trayectorias laborales de quienes hoy estamos celebrando nuestro día. Y que siguen movilizando a quienes, en los Institutos de Formación Docente, emprenden el apasionante y desafiante trabajo de educar.
Mi papá era el micrero del barrio. Vivíamos en La Salada y si bien había una escuela primaria, muchas familias mandaban a sus hijos a escuelas de capital, en Pompeya. A una de esas escuelas -privada, de monjas- fui yo. Era muy pegada a mi viejo y lo acompañaba en el micro. En ese colegio no había sala de 3 años, pero como las maestras veían mi interés, antes que yo empezara sala de 4 -cuestiones que hoy son impensadas- le dicen a mi papá que me deje en sala con los nenes más chiquitos. Amé a ese colegio donde hice jardín, primaria y secundaria. Mis viejos no sabían dónde me metían, veían que era una escuela católica, ¡genial!; nunca imaginaron que mis monjas eran tercermundistas, militantes del padre Mujica. Crecí en ese colegio con una libertad impresionante. En primaria, mis recreos se pasaban en la sala de jardín de infantes que estaba dentro de la misma institución, iba a ayudar a las maestras. Y en la secundaria, cada vez que faltaba alguna preceptora o alguna seño, me sacaban de mis materias con permiso de la rectora y me llevaban para que las ayudara. De muy chica supe que quería ser maestra jardinera. (Débora Zoloaga, 40 años).
De chica me gustaba mucho jugar a ser maestra, tenía una pared a la cual le ponía una cartulina y utilizaba de pizarrón, una carpeta, muchos papeles, un guardapolvo blanco, unos anteojos grandotes que eran de mi abuelo materno y mis muñecas, las cuales eran mis fieles alumnas y así me pasaba tardes completas jugando a ser su maestra. Otro motivo y sin dudarlo el más importante es mi mamá, una docente de esas antiguas, apasionada en lo que hacía, de esas que iban a caballo a su escuela, una gran directora rural, la docente que me acompañó en gran parte de mi primaria. Ella fue, es y va a ser siempre mi gran modelo a seguir y por esto elegí la docencia como profesión, para poder ser un poquito como ella, para poder aportar mi granito de arena en los niños, para ayudarlos, acompañarlos y guiarlos. (María de los Milagros Casinghino, 26 años)
Fui madre soltera con tan solo 16 años. En 1996 cursaba el tercer año y me llevé todas las materias que tenían que ver con las ciencias sociales; las rendí libre al año siguiente y en 1998 terminé el secundario en un turno vespertino. Luego me anoté en la UBA para hacer Derecho, pero no pude seguir por problemas económicos. En mi recuerdo estaba una profesora de la secundaria que marcó mi camino para que hoy yo esté estudiando. Siempre me llevaba historia con la misma profesora; luego comprendí que eran mis propias decisiones las que me hacían llevar las materias de sociales Las vueltas de la vida, pasaron más de 20 años y el año pasado la tuve en Historia Mundial del siglo XX, ¡esa profe que me hacía estudiar todos los veranos!. Hay docentes que dejan huellas profundas en sus alumnos, te marcan para siempre. (María Luisa Romero, 39 años)
Estaba estudiando Profesorado de Cine en la facultad pero vi que no iba ni para atrás ni para adelante. En un espacio cultural había dado unas clases de cine y me interesó la docencia pero no era esa la temática que quería ni la Universidad el espacio donde estudiar. Buscando, me inscribí en el Instituto. Y elegí historia porque, más allá que siempre me gustó saber sobre historia, creo que es un método interesante para comprender la actualidad y el futuro. Me interesa enseñarla a todos, todas y todes, y que el día de mañana, quien desee comprender el mundo, pueda utilizar esta herramienta como yo la quiero utilizar el día que me reciba para comprender este mundo. (Francisco Durante, 24 años)
Cursaba otra carrera en la UBA, pero necesitaba trabajar y todo el tiempo se me superponía el trabajo con la cursada. Me dije: voy a tomar alguna opción de una carrera más corta que me permita trabajar y que me dé la posibilidad, en otro momento, de seguir cursando. Me anoté en la carrera de Educación Inicial, era algo que siempre me gustó. Pero cuando comencé a cursar me enamoré de la carrera. Me enamoré también del Instituto, actualmente soy miembro del Centro de estudiantes y soy tutora en un proyecto para acompañar a las compañeras ingresantes (no tenemos aún compañeros en la carrera). Decidí que no me voy a formar solo para una salida laboral rápida. La responsabilidad de ser educador/educadora conlleva también la responsabilidad y el compromiso en la formación. (Florencia Rodríguez, 26 años)
Inicié el profesorado por la posibilidad de trabajo. Fue recién durante el tránsito en la misma que me enamoré de la carrera leyendo a Freire, escuchando a Mary Sánchez. Elegí Biología porque creo que hay una visión muy elitista de lo que es la ciencia. La mayoría piensa que es una carrera relacionada más con la gente de clase media alta, aislada en un laboratorio. Además si se pregunta por alguien que se dedique a la ciencia se piensa en un hombre. Me parecía que una buena manera de combatir esa forma de pensarla era a través de las aulas de la secundaria. Yo empecé estudiando Medicina. En la facultad fueron todos esos miedos y prejuicios los que hacían que yo, muchas veces, me sintiera retraída. Si yo hubiese tenido una docente o un docente durante la secundaria que me hubiera dado otra visión, quizás mi perspectiva respecto de la carrera hubiera sido diferente. (Daiana Aime Toloza, 25 años)
Ingresé como trabajador no docente en la Universidad Nacional de Avellaneda, en el proyecto de extensión Escuela para jóvenes y adultos. Si bien mis tareas eran administrativas, yo tenía más interés por las tareas pedagógicas. Me resultaba muy interesante escuchar a mi coordinadora en las reuniones con los docentes. Ella, que es compañera de SUTEBA, encontró la forma de potenciar eso que yo tenía escondido o guardado o dormido. Así que en diciembre de 2015 me inscribí en el Instituto. Fue todo un descubrimiento este mundo tan complejo pero tan lindo que es la educación. Para mí fue asumir el posicionamiento político de ver cómo puedo aportar mi pequeño grano de arena en el desarrollo del país y especialmente de les pibes que actualmente están en las escuelas. (Nicolás Fiz, 27 años)
Cuando terminé la secundaria, me anoté en un Normal en Capital. Descubrí mi pasión y era una alumna excelente. Pero tuve un infarto en la vista. Aunque los profesores me bancaron un montón tuve que abandonarlo. Quedé ciega dos años y medio. Tuve muchas operaciones, mi vida continuó. Estuve seis años acompañando como madre cooperadora en el jardín donde fueron mis dos hijas. En un momento las docentes me dijeron: “basta de perder tiempo, tenés que ir a estudiar que es tu sueño”. Y en diciembre cuando salí de la fiesta de egresaditos, me fui al Instituto, me anoté y al año siguiente cambió mi vida. (Débora)
Me emociona pensar que va a llegar el momento en que voy a estar en una sala con muchos niños y niñas, y poder generar en ellxs lo que en su momento mi maestra del Jardín, Susana, dejó en mí. Además, vengo de una ciudad de Misiones, donde no hay muchas opciones de estudiar. Por eso también quisiera en un futuro trabajar en escuelitas rurales, ir al interior para poder trabajar en esos lugares donde hace tanta falta la educación. (Florencia)
Mi horizonte y expectativa principal es la continua formación. Considero que tanto la sociedad como la educación en sí, van cambiando continuamente y es nuestro compromiso como buenos docentes no quedar por fuera de estos cambios. Siempre vamos a tener algo nuevo por aprender, por transmitir, herramientas para utilizar. (María de los Milagros)
Las expectativas del “Nicolás” del 2016, que inicia la carrera docente, eran las de dar clases; pero el “Nicolás” del 2020 -como orgulloso militante, estudiante del último año del profesorado, y futuro trabajador y profesional de la educación- son las de poder desarrollar mi carrera docente en las escuelas de la educación obligatoria, la secundaria. Y seguir formándome, porque la formación docente es el factor clave del desarrollo de la educación. (Nicolás)
Me interesa enfocarme en la educación para adultos, donde se encuentran los sectores más humildes. Ahí es donde el docente debe desempeñar una función social igualadora. Me parece que es lo que tenemos que construir: justicia social a través de la democratización del aprendizaje y de los conocimientos. La gente de sectores populares tiene conocimientos que se los considera de manera despectiva. Yo pienso que estaría bueno un día entrar en un Fines y ver todo lo que una persona grande sabe de historia, porque lo vivió, por la experiencia. Eso es lo que me interesa rescatar y lo que me interesa cultivar. (Francisco)
Considero que la política es la única herramienta por la cual uno va a poder cambiar las realidades. Y si bien la educación tiene una gran responsabilidad por ese cambio, es la política la que va a darle a la educación el lugar para poder hacer efectiva esa premisa. (Daiana)
Como docentes en formación a veces nos encontramos con contratiempos y dificultades en nuestro día a día y es muy importante la actitud que tengamos frente a ellos. Seguir estudiando, seguir en el barco para poder aportar algo de lo aprendido al futuro de nuestra sociedad. Los niños son los actores sociales del futuro, son nuestra esperanza para un futuro mejor. (Maria Luisa)