MIREMOS CÓMO FUNCIONA LA LENGUA

Reportaje a María López García

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El actual debate sobre el lenguaje no binario en la escuela suele obviar que en los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP) está indicado el trabajo sobre el género gramatical. En ese marco, traer al aula una discusión que está en los medios de comunicación y en muchos casos que traen lxs mismxs chicxs, puede dar pie a un interesante trabajo de reflexión sobre los usos lingüísticos y los recursos que la lengua tiene, para ir identificando la diversidad. “Después el que lo quiere usar, lo usa y el que no, no”, sostiene María López García, lingüista e investigadora del CONICET.

Siete3siete: ¿Cómo analizás la polémica que se ha generado alrededor del lenguaje inclusivo a partir de la prohibición de su uso en las escuelas porteñas?

María López García: En todos estos debates sobre el cambio en la lengua algo que hay que recordar es que no hay respuestas unívocas, es una situación que está en progreso. Estamos parados arriba de un cambio lingüístico y lxs lingüistas no tenemos manera de saber cómo va a resultar. Ahora, si vas a decir que hay un problema en la comprensión lectora, y uno de los argumentos que vas a proponer como la causa es el lenguaje inclusivo, tu estudio, tu prueba sobre la capacidad lectora tiene que estar relacionada con textos en lenguaje inclusivo, si no, no hay relación causa-consecuencia. No podés sacar la conclusión de que el lenguaje inclusivo es lo que dificulta la lectura, si los textos que les diste a lxs alumnxs para tomar la prueba no están en lenguaje inclusivo; esa conclusión no tiene ningún rigor científico.

Siete3siete: ¿Hay estudios científicos sobre este tema?

M. L. G.: Hay estudios iniciales, hay algunas pruebas, pero hasta ahora no hay estudios concluyentes para decir qué pasa con la comprensión lectora en relación con el lenguaje inclusivo. En algunos test de velocidad de lectura que se hicieron se midió la compresión de elementos del texto escritos en la lógica binaria femenino/masculino y con partición de género con tres opciones. Hasta ahora no se encuentran grandes diferencias. El hecho de que aparezca la opción no binaria parece no afectar mucho la lectura, eso hace pensar que no estaría afectada la comprensión. Pero son estudios piloto, muy nuevos e insuficientes, no se puede llegar a conclusiones en ningún sentido, ni a favor ni en contra del uso de la opción no binaria. Por otra parte, hay estudios que están probando que el lenguaje no binario aparece marcado en muy pocas palabras, no aparece desplegado en todo el texto. Entonces también hay que ver eso. Cuando decimos “textos en lenguaje no binario”, ¿cuántas palabras en total tiene ese texto?, y dentro de esas palabras, ¿cuántas realmente tienen asignación de no binario? Una aclaración, prefiero decir no binario porque la inclusión depende de muchísimas variables que van más allá de una cuestión meramente lingüística. En este caso hablamos de una variable gramatical que trata de buscar alternativas a la distinción binaria femenino/masculino.

En todos estos debates sobre el cambio en la lengua algo que hay que recordar es que no hay respuestas unívocas, es una situación que está en progreso. Estamos parados arriba de un cambio lingüístico y lxs lingüistas no tenemos manera de saber cómo va a resultar

Siete3siete: ¿En otras lenguas hay discusiones similares?

 M. L. G.: Sí, la diferencia en las propuestas de otras lenguas está vinculada con las condiciones que vienen dadas en cada gramática. Nuestra lengua asigna categoría del género, hay lenguas que no y entonces tienen que encontrar otras estrategias gramaticales para marcar esta necesidad social de visibilizar la cuestión de género. El castellano asigna género con dos posibilidades: femenino y masculino. El español viene del latín que tenía tres géneros: para los seres animados tenía masculino y femenino y para los inanimados, neutro. Al perder el neutro, el español repartió aleatoriamente el masculino y femenino en los seres inanimados. Por lo tanto, “la mesa” es femenino, pero podría ser masculino perfectamente. Hay algunos estudios que prueban que tu sesgo de lengua hace que vos tiendas a asociar con femenino o masculino a elementos o hechos del mundo que no necesariamente tienen una marcación sexual como “sol” o “amistad”. Quienes hablamos castellano dibujamos al sol con rasgos masculinos, pero en alemán “sol” es femenino y entonces esos hablantes lo dibujan con rasgos femeninos. Por supuesto que hay mucho debate en relación si la gramática afecta o determina tu percepción del mundo, pero, fuera de esos debates, la propuesta de las formas no binarias intenta que se manifieste en la gramática una necesidad que es social.

Siete3siete: Un cambio en la lengua nos cuesta mucho a todxs, ¿no?

M. L. G.: En toda modificación se intenta que lxs hablantes la puedan hacer parte de su lenguaje cotidiano sin tener que estar pensando tanto. Esa es una condición básica para que prenda un cambio. A nosotrxs, lxs grandes, no nos va a resultar natural porque hablamos hace muchos años de un modo binario, al que ya estamos muy acostumbrados. Al hablar tenemos que estar prestando atención para usar la tercera opción y, en general, nos equivocamos; arrancamos con el “chiques” y después se nos empiezan confundir la concordancia de género porque no lo tenemos naturalizado. La idea es que si está bien pensado y está siguiendo la lógica de la lengua, las nuevas generaciones que arranquen hablando así, lo puedan naturalizar. Si quieren, si les interesa. Lo importante, para que prosperen, es que este tipo de propuestas estén siguiendo una lógica que la lengua ya tenga. Además de la adhesión, claro.

hay mucho debate en relación si la gramática afecta o determina tu percepción del mundo, pero, fuera de esos debates, la propuesta de las formas no binarias intenta que se manifieste en la gramática una necesidad que es social

Siete3siete: ¿Y cómo pensás su enseñanza en la escuela?

M. L. G.: Creo que, en tanto es un proceso de cambio, vos podés elegir tomarlo o no en el aula; es decir, no es obligatorio que el o la docente lo trabaje. Lo que a mí me preocupa es que se prohíba el trabajo. Por un lado, porque se estigmatiza a lxs docentes que tratan de llevar a sus aulas discusiones que están vigentes y no se limitan a trabajar los temas prototípicos de la clase de lengua. Quiero decir, está naturalizado que los docentes den análisis sintáctico o morfológico, pero es algo nuevo que trabajen en clase una posible partición en tres morfemas de género. Algunos dicen: porque no es tema de lengua, es nuevo, no está en los contenidos. Pero en los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP) está indicado el trabajo sobre el género gramatical. Entonces, vos podés traer al aula una discusión que está en los medios de comunicación y en muchos casos que traen lxs mismxs chicxs. Como docente tenés que tener la libertad de optar por trabajar o no trabajar esa cuestión, según tus convicciones e intereses didácticos y disciplinares. Si considerás que es más importante dar el género binario y seguir con otro tema, porque te interesa más otro tema, perfecto. Lo que me parece problemático es que se esté prohibiendo ese trabajo cuando está prescripto. Hay muchos ejercicios vinculados con la partición de género que son típicamente escolares. La flexión de género es un tema de gramática que se trabaja mucho. Además de femenino o masculino, están los epicenos -por ejemplo, “la víctima”, “el personaje”- que no varían, o los de género común -“el/la estudiante”-, a veces no es un morfema, sino que hay que cambiar directamente la palabra –“vaca/toro”, “varón/mujer”, “padre/madre”-. Y en ese contexto perfectamente podés traer esa nueva forma no binaria y ver cuáles son sus implicancias morfológicas. Por ejemplo, podés decir “chicas/chicos/chiques”, pero cuando tenés “piba/pibe”, la “e” ya está, digamos, ocupada por el masculino, por lo tanto, tenés que arrancar con otra vocal que es “pibi”, “les pibis”. Es un foco de trabajo super interesante para mostrar los recursos que la lengua tiene, para ir identificando la diversidad. No como forma de adoctrinamiento -se debe, no se debe-, sino sencillamente “miremos cómo funciona la lengua”. Armemos entre todos un pizarrón loco donde estén los comunes, los epicenos, los que cambian la morfología y los que cambian el lexema. Estas formas nuevas, ¿cómo las pensamos?, ¿cómo las organizamos? Y listo, está planteado el problema desde la gramática. Después el que lo quiere usar, lo usa y el que no, no.

Siete3siete: Es decir que está en juego qué visión se tiene de cómo se enseña gramática, ¿no?

M. L. G.: Exacto. A pesar de que los contenidos escolares prescriben la reflexión sobre el lenguaje, lo que se termina haciendo, muchas veces, es monitorear los usos y decir es “correcto” o “incorrecto”. No siempre la lengua se mide en términos de correcto o incorrecto. ¿Es más correcto “vos” que “tú”? No, es distinto. A veces la pregunta más útil sería ¿es apropiado? o ¿es más apropiado que…? Lo que tiene sentido en el aula es reflexionar sobre qué es lo que está sucediendo, cómo está planteada la lengua. Prohibir el lenguaje inclusivo vuelve sobre la tradición de que la enseñanza de la lengua es de tipo punitiva, o de vincular al uso lingüístico con la moral; tradiciones que fueron fuertes sobre todo en los inicios de la escuela argentina, cuando la lengua ocupaba un rol fuertemente unificador e identificador del tipo de ciudadanía que se deseaba. Era una escuela que controlaba mucho el uso lingüístico para unificar la lengua de los pobres, de los inmigrantes, siguiendo el modelo lingüístico que estaba en los libros y diccionarios españoles. Esto fue cambiando durante el siglo veinte, pero, sin embargo, hay docentes que siguen un poco atados a la idea de que su función es prescribir los usos y nada más.

Armemos entre todos un pizarrón loco donde estén los comunes, los epicenos, los que cambian la morfología y los que cambian el lexema. Estas formas nuevas, ¿cómo las pensamos?, ¿cómo las organizamos? Y listo, está planteado el problema desde la gramática. Después el que lo quiere usar, lo usa y el que no, no.

Siete3siete: La prohibición muchxs la asocian a la posibilidad de controlar la ideología o el posicionamiento político de lxs docentes. ¿Cómo lo ves?

M. L. G.: Eso me preocupa mucho. Lxs docentes están muy expuestos, en un contexto de trabajo que es muy arduo, con 30 – 40 alumnxs con dificultades muy diversas -a veces, con situaciones muy delicadas- a quienes tienen que atender, y sin mucho tiempo para plantar un posicionamiento. Hacen lo humanamente posible, de acuerdo con su formación y su honestidad profesional. El hecho de que te amenacen “si usás el inclusivo, te labro un acta” es un control político cifrado en una cuestión gramatical. Los contenidos escolares, los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios, en el contexto de una trama legal -pienso en la ESI, la ley de Identidad de género, la de Violencia de género-, ampara, prevé el trabajo sobre la diversidad, en este caso la diversidad lingüística. Es cierto que la lengua está manifestando posiciones políticas porque la lengua es política, no es una entidad abstracta. La lengua son lxs hablantes, lxs hablantes son seres en el mundo, son seres ideológicos.

Siete3siete: ¿Esta discusión tiene implicancias para la forma de pensar la escuela?

M. L. G.: Estos debates tienen varios decenios, arrancaron por los 60’s/ 70’s. Ahora cobró mucha vigencia porque pasó del ámbito de lxs lingüistas al ámbito de la sociedad. Lo que hacemos lxs que trabajamos en cualquier ámbito de las ciencias es estar constantemente haciendo preguntas y tratando de ver cuáles son las respuestas para esas preguntas. A veces no importa mucho si es correcto o incorrecto, no se llega a una sola respuesta. Queremos apuntar a organizar el debate, ver cuáles son las opciones disponibles. La escuela no está muy habituada a pensar así, por eso este debate sobre el lenguaje no binario es una buena oportunidad como para empezar a practicar la reflexión sobre los hechos lingüísticos, sobre los usos lingüísticos, aunque no haya una respuesta única. Este fenómeno está operando sobre una categoría gramatical que lxs chicxs ya en los primeros años de la primaria pueden entender y pueden trabajar. Género lo podés dar en cuarto, quinto. En quinto grado ya tienen las herramientas metalingüísticas para tener un pensamiento científico, por decirlo de alguna manera, acerca de su propia vivencia lingüística. Y después se arma el debate. O no se arma, dejás planteado el esquema, y pasás al contenido que sigue. Y en el examen les tomás las formas posibles de aparición del género en español, las que son prototípicas de toda la vida y las nuevas posibilidades que van surgiendo, ver si entienden el funcionamiento, ver si pueden organizar categorías, que es lo que está prescrito por los NAP.

María López García es lingüista, investigadora en CONICET en el área de políticas lingüísticas, y docente universitaria