RELACIÓN FAMILIAS – ESCUELA: UN TEMA SENSIBLE

Conferencia de la Dra. Sofía Thisted en el Seminario Niñeces y Familias en Plural. SUTEBA, abril de 2022.

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¿De qué familia hablamos en las escuelas?, ¿qué estamos esperando de las familias?, ¿qué esperan ellas de nosotrxs lxs docentes?, ¿cómo construimos formas de resolución de los conflictos que se nos presentan con las familias? Sofía Thisted habla de supuestos y malentendidos, de tiempos y espacios para la conversación, de cooperación y tramas colectivas.

Una de las cuestiones que la pandemia puso sobre la mesa es la relación de las familias y las escuelas. Nos obligó a delegar sobre las familias cosas que habitualmente no delegamos en ellas. Nos puso como una lupa, empezamos a ver más de cerca. Nos mostró que no eran las mismas familias que en otros momentos. De pronto, habían quedado, como nosotrxs mismxs, adentro de sus casas; algunxs en ese quedarse habían perdido los ingresos económicos, ortrxs no; había lugares donde lxs adultxs escaseaban, otros lugares donde lxs adultxs eran conflictivxs. Y vimos con más claridad cuál era el lugar de la escuela en estas escenas.

En un artículo que escribimos con Patricia Redondo en los 90[1] decíamos que la escuela era la última frontera de lo público. Era el primer lugar a donde una madre desesperada llegaba a contar que tenía problemas de violencia doméstica, o un padre podía decir “no sé qué hacer” porque no tenía para darle de comer a sus pibes. Estas cosas- aliviadas por años con un poco menos de problemas de desigualdad- se volvieron a poner sobre la mesa con fuerza en la pandemia. Algunas cosas fueron mucho más visibles y otras fueron nuevas, producto del aislamiento social.

Representaciones en cuestión

¿De qué hablamos cuando hablamos de familias? En general, pensamos en una familia tipo: una mamá, un papá, unos niñxs. Dice la canción: no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Esa familia, construida teóricamente como “tipo”, en realidad, si existió fue efímera. Que una generación adulta tiene que sostener a la generación siguiente, es una idea que uno puede rastrear desde que los sujetos humanos nos constituimos como tales. Sin embargo, que esa organización estuviera dada por una pareja heterosexual a cargo de un conjunto de niñxs que son su descendencia biológica, eso es un episodio puntual en una historia muy larga, y un episodio occidental, que no se ha dado en todos lados. Sin embargo tuvo la capacidad de presentarse como “natural”,  o necesaria para que lxs niños se constituyeran “bien” como sujetos.

esta familia nuclear es una construcción histórica contingente, inestable y precaria. (…) Hay niñxs que a veces están sostenidxs por tramas que, nosotros, esperando esa construcción histórica de familia tipo, no encontramos.

Se habla de la familia “bien constituida”. Pero, si uno mira cómo eran las familias, por ejemplo en la época de la colonia, no necesariamente era esta familia nuclear, chiquita, restringida. Eran familias en donde los abuelos vivían con los padres, con los nietos, con los tíos. En el contexto rural de estas sociedades coloniales, no tenían las limitaciones físicas que tiene la vida en las ciudades. El traslado de grandes grupos poblacionales a las ciudades va a redefinir esa estructura de familia ampliada en una más acotada en su cantidad de integrantes. Tampoco esto se cumplió de esta manera en todas las ciudades. Cuando uno mira los censos de población ve que hay muchas familias monoparentales, que hay una cantidad de familias que no se corresponden con ese patrón de que los padres biológicos de las criaturas viven con las criaturas. Sin embargo, sí se construyó un consenso de que si esto no sucediera es disfuncional.

Entonces esta familia nuclear es una construcción histórica contingente, inestable y precaria. Precaria en el sentido de que se reconstruye de otras maneras. Tenemos que preguntarnos quiénes y cómo son los que sostienen la infancia. A veces los vamos a encontrar y otras veces no. Hay niñxs que a veces están sostenidxs por tramas que, nosotros, esperando esa construcción histórica de familia tipo, no encontramos.

¿Quiénes sostienen a lxs niñxs que hoy están en nuestras aulas?, ¿quiénes son esos sujetos que a veces no son las madres o los padres biológicos, ni tienen vínculos de consanguineidad, pero sí son los sujetos de referencia? A veces, incluso, esos sujetos no son tan adultos,  son hermanxs o tixs con no tanta diferencia de edad. O son vecinxs o todas las variantes que conocemos. Usamos la expresión de “configuración familiar” para referirnos a esa trama de lazos que sostiene a unx joven o a un niñx. A veces, en las escuelas, esperando que vengan madres o padres nos perdemos posibilidades de interlocución con otrxs que están ahí.

Lo interesante es que muchas veces, tampoco somos lxs docentes esxs docentes que las familias eventualmente esperan. Hay una construcción de qué es ser una docente, un docente, que está en discusión en este tiempo. Se escucha en los medios, en las puertas de las escuelas afirmaciones tales como que “Un o una docente con piercing no es docente”, uno o una que milita tampoco, y podemos seguir. Hay dos instituciones –familia, escuela- cien por ciento modernas, que están en crisis.

Construcción de autoridad

¿De qué está hecha la crisis de esas instituciones? Si pensamos qué tienen en común las familias, y las escuelas, lo primero que aparece es que son instituciones vinculadas a la transmisión de un saber a las generaciones subsiguientes. Y hay algo del clima de época que hace de esto una tarea muy difícil. Cuántas veces una madre, un tío, una vecina, dice “haga lo que quiera con Juancito, yo no puedo ponerle límites”.

Parece importante analizar cómo se construye autoridad en este tiempo. En las generaciones pasadas, no siempre, pero generalmente esa construcción funcionaba por el solo hecho de ser adulto. Hoy requiere de un proceso de autorización. Es un rasgo de época que afecta a relaciones entre padres/madres e hijxs, y también a las relaciones entre docentes y niñxs. La autoridad hoy no es algo que venga dado por “las canas”, por la edad, ni por el delantal. La idea de la eterna juventud, de no aparentar la edad que uno tiene, de lucir siempre joven, tiene como contracara cierto desprecio, cierta desvalorización de la experiencia social como un valor de saber. Esto es un rasgo que afecta tanto a la escuela como a las familias. Y tiene que ver con la velocidad de los cambios. Hoy, cuando uno construyó un criterio para el facebook aparece que debe tener uno para el tick tok, y cuando pudo con ese ya tiene que tener un criterio para lo siguiente. En un momento decíamos que el celular tenía que quedar afuera del aula, pero el celular entraba igual, no le podíamos preguntar a la generación anterior qué hacer con esas cosas, y hoy ya no discutimos eso. Se vuelve muy difícil construir criterios duraderos en el tiempo. Esto les pasa a las familias y nos pasa a lxs docentes.

En este clima de época hay que construir la autoridad en cada escena. Lo que funciona en una escena no necesariamente funciona en la siguiente. Esto cruza a ambas instituciones. Pero no necesariamente las pone a funcionar en sintonía.

¿Qué esperamos de las familias? ¿Qué esperan de nosotrxs?

En 1999, hicimos una encuesta a 726 docentes de todos los niveles, sobre cuáles eran los mayores obstáculos en las escuelas de sectores populares, y qué les facilitaba más el trabajo. Para nuestra sorpresa, había un “trending topic” en el que las familias ganaban en las dos preguntas: eran el principal obstáculo, pero también eran el mayor apoyo. De lo que hablaba esa encuesta es que las familias se habían construido como un lugar de articulación compleja y relevante para la escuela.

En cada tiempo histórico estas cosas asumen rasgos diferentes, y sin duda han cambiado de 1999 al 2022. Pero hay algo de ese carácter de sujetos estratégicos en lo que se puede hacer y de lugar de mucha conflictividad cuando las cosas no fluyen, que las coloca en un lugar central.

¿Cómo pensar la relación entre familias y escuelas en el 2022?

Muchas veces esperamos que llegue alguien que no es el que efectivamente llega.Nos sucede con lxs chicxs, esperamos que lleguen ciertos niños y niñas y llegan distintxs, pero también nos sucede con las familias. Esperamos familias que puedan construir ciertas tramas de sostén, pero tienen dificultades para hacerlo, o no las tienen. Esperamos, por ejemplo, que puedan acompañar la escolaridad de lxs niñxs. La pandemia invirtió la película: nosotros lxs docentes, teníamos que darle a las familias las actividades para que las sostengan con lxs niñxs. Esto, puso en dimensión para las familias algo que en su momento fue rescatado, pero después rápidamente olvidado: la complejidad del trabajo de enseñar. Pero al mismo tiempo, nos puso a ver a nosotros en qué condiciones estaban viviendo lxs niñxs. Y esto, creo que también lo olvidamos. Todxs olvidamos rápido de lo que sucedió en pandemia.

También, habrá que discutir qué sucede entre las normas escolares y las normas domésticas. A veces la escuela imagina que las normas escolares son razonables para lxs niñxs, y no siempre lo son; ahí hay un trabajo de explicitación, de comunicación de esas normas que a veces se dan por supuestas. Hoy estamos en un momento donde todos los supuestos nos llevan a lugares de equívoco

Entramos muchas veces a la casa de nuestrxs alumnxs a través de dispositivos diversos, más que nada teléfonos celulares; nos habíamos encontrado con dificultades de conexión, que nos hablaban de las dificultades de existencia; pero cuando volvimos a la escuela no sé si pudimos sostener esa memoria fresca. Y a las familias les pasó un poco lo mismo. De alguna forma, sabían que es muy complicado trabajar con lxs niñxs, y más con muchxs niñxs a la vez, pero rápidamente empezaron a pedir que volvieran a suceder las cosas como antes, sin reparar en la complejidad del trabajo docente.

Sin embargo, como docentes, como responsables de esos procesos pedagógicos, tenemos quesaber con quiénes viven lxs pibxs, en qué condiciones, qué dificultades atraviesan las familias; y pensar si los estamos poniendo exclusivamente como sujetos de la carencia, para qué cosas los llamamos, para qué cosas no, dónde nos apoyamos y donde no en ellxs. Analizar cómo nos comunicamos con esas familias. En pandemia inventamos todo. Ahora volvimos, y uno se resiste un poco, por ejemplo, a los grupos de whatsapp. Pero cuando uno ve que la comunicación no fluye, ¿cómo pensar dispositivos que nos permitan encontrarnos con esos sujetos que están ahí, y pueden sostener y acompañar? ¿Qué pasa con las formas de resolución de los conflictos que se nos presentan con las familias?

También, habrá que discutir qué sucede entre las normas escolares y las normas domésticas. A veces la escuela imagina que las normas escolares son razonables para lxs niñxs, y no siempre lo son; ahí hay un trabajo de explicitación, de comunicación de esas normas que a veces se dan por supuestas. Hoy estamos en un momento donde todos los supuestos nos llevan a lugares de equívoco. Algunos de los conflictos de alcance mediático ponen de manifiesto que ese otro no es el que suponemos que es, es otro distinto; y que es necesario clarificar cuáles son las cláusulas de la relación que se están planteando. Tenemos que poder soportar que del otro lado eventualmente nos digan “esperá, eso así, si; o así, no; o más o menos”.

Supuestos y malentendidos

Una clave a abordar es la tensión en torno a los tiempos. Hay conflictos con las familias de distintos tipos, y a veces hay una tendencia, no solo de las escuelas sino también del sistema educativo, a tratar de resolverlo muy rápido. Con poca capacidad de detenernos y tratar de entender de qué está hecho ese conflicto. La familia espera una serie de cosas que cree que no tiene que aclararle a la escuela, y viceversa. El margen para el malentendido es bastante grande. Sin mencionar las situaciones en las que los conflictos entre familias y escuela están azuzados desde algún sector con intereses políticos o de otra índole. Hay un movimiento de poner en tensión a estas dos instituciones que resistieron mucho mejor que otras los embates del neoliberalismo por haber estado juntas. Escuelas y familias soportaron los ’90 sin el avance mercantilizador que hubo, por ejemplo, en la salud. Hubo una articulación, -nunca exenta de conflictos- que no se desactivó. Sin embargo, en este tiempo, los intentos para ponernos en conflicto se han acrecentado. Por eso me parece importante poder frenar y pensar.

Hay que tener en cuenta, además, que lo que es natural para algunas familias para algunos grupos domésticos, no es natural para otros. Esto muchas veces genera conflictos entre niñxs que se vuelven conflictos escolares. Los pedidos de que expulsen a alguien, las denuncias por situaciones que son leídas por alguien como abuso, y por otrx como natural; ese tipo de situaciones proliferan en las escuelas. Hay poca capacidad de trabajar con la diversidad de formas de vinculación y de conversación en torno a esas diferencias. Necesitamos poder conversar en la escuela, en torno a situaciones conflictivas puntuales, sobre qué es lo adecuado para cada grupo familiar, sabiendo que existen diferencias de representaciones en cuanto a qué es una “persona educada”. Esto necesita ser develado, explicitado, para entender dónde hay una voluntad de agresión y dónde en realidad lo que hay es un malentendido.

Para las escuelas esto es extremadamente complicado. Lxs docentes todo el tiempo están frente a estudiantes, tienen muy poco tiempo para parar y pensar colectivamente cómo enfrentan estas situaciones. La escuela puede, pero no puede sola; unx docente puede, pero solx no puede. La escuela no puede ni debe eliminar la diversidad en las familias. Sí puede intervenir, aún con las dificultades de estos tiempos en que la intolerancia está a la orden del día, para que circule la palabra,  para entender que hay ideas diversas sobre qué está bien, qué está mal, que es posible y qué no. Pero la escuela sola no puede.

La construcción de tramas colectivas

Hay investigaciones hechas en escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires, que muestran que el trabajo docente es mucho más sostenible  cuando la responsabilidad por los grupos es colectiva. La idea de unx maestrx = un grado, es una idea que sobrecarga e individualiza el trabajo docente. Cuando se construye una responsabilidad colectiva por los aprendizajes de lxs pibxs, este peso que supone tener 20, 30 chicxs a cargo, se hace más llevadero. No solo porque se pueden diversificar las estrategias de trabajo en el aula, sino porque hay chance de parar la pelota y pensar con otrx cómo enfocar situaciones que a veces se presentan con un dramatismo singular. Cuando las cosas se plantean entre una madre y una maestra, o las presiones de una inspección, lo que termina sucediendo es que el sufrimiento genera respuestas inmediatas que no hacen más que complicar las cosas.

La escuela puede, pero no puede sola; unx docente puede, pero solx no puede. La escuela no puede ni debe eliminar la diversidad en las familias. Sí puede intervenir, aún con las dificultades de estos tiempos en que la intolerancia está a la orden del día, para que circule la palabra,  para entender que hay ideas diversas sobre qué está bien, qué está mal, que es posible y qué no. Pero la escuela sola no puede

Revisar las tramas colectivas para el trabajo con las familias, para el trabajo pedagógico en la escuela; que esas tramas estén armadas y que no aparezcan solo cuando hay un conflicto, es estratégico. Una cosa es responder uno a uno al conflicto y otra cosa es responder de modo colectivo.

También hay que hablar del espacio escolar, ¿cuál es hoy ese espacio? Lo vemos en las redes sociales. Los límites entre adentro y afuera de la escuela nunca fueron impermeables, pero hoy están más permeados que nunca. Entonces, declararse absolutamente prescindente de lo que sucede en las redes termina de construir un afuera que siempre entra, que al final es parte del adentro. ¿Cómo pensamos colectivamente en la escuela pero también con las familias y cómo problematizamos los temas vinculados a las redes sociales y la participación de niñxs en esas redes?. Los sufrimientos en el ámbito escolar que se expresan en las redes, ¿quedan afuera o adentro de la escuela? Son temas que no tienen soluciones sencillas. Tampoco podemos tomarlos todos. Son cuestiones que históricamente la escuela tendió a decir “esto es de afuera” y hoy se nos meten por todos lados.

Cooperación y consensos

El tema es cómo construimos autoridad para estas intervenciones. No es porque “soy la maestra” o porque “soy la directora y te digo”, sino cómo explicamos, sostenemos y argumentamos. Construir autoridad no es un tema solo entre generaciones. La institución escolar está siendo debatida mucho más que en otros momentos. Estamos siendo deslegitimadxs en distintos ámbitos, necesitamos relegitimarnos. Y esa legitimación está hecha de conversaciones, de explicar por qué las cuestiones de la escuela hoy son distintas, los diseños curriculares son diferentes, hay otras reglas. Existen configuraciones de familias que aún hoy son impugnadas por su constitución; estas discusiones, que tienen que ver con la ampliación de derechos, hay que darlas; no alcanza con decir “es porque la ley dice”.  La ley da el marco, y son esas conversaciones las que permiten sostenerlo en el cotidiano.

Va a haber que construir consensos laboriosos sobre muchas cosas. Y no sólo cuando aparezca el problema, sino que hay que pensarlo como parte inherente del trabajo. Construir esos consensos para que no aparezcan como conflictos en donde el punto de partida ya sea la desconfianza.

Finalmente, quiero recuperar un último eje que es la cooperación. Hay muchas cuestiones que se sostienen en las escuelas -sino no hubiéramos sobrevivido a la pandemia- pero también este agravamiento de las condiciones de vida de las familias lo puso todo más difícil. Y sumado a eso el permanente  incentivo mediático a la conflictividad. Repensar y rearmar estas cosas es estratégico. Las familias tienen ese carácter ambivalente, son lugares de mucha preocupación, pero también de mucho apoyo en el trabajo diario. Sigamos compartiendo la palabra.

Sofía Thisted, Doctora en Educación, es Profesora en las Universidades de Bs. As. y La Plata, e integrante del Equipo de la Secretaría de Educación y Cultura de SUTEBA.


[1] Redondo, P., Thisted, S. (1999). Las escuelas primarias en los márgenes. Realidades y futuro. EN: A. Puiggrós. En los límites de la educación : Niños y jóvenes del fin de siglo. Rosario : Homo Sapiens.