LA CLASE DE MÚSICA: UNA CONSTRUCCIÓN

Entrevista con Analía Bas

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Siete3Siete conversó con Analía Bas acerca de su mirada sobre la educación musical, que rescata la pedagogía de Paulo Freire a la hora de construir colectivos aprendientes, para que la música se constituya en un lenguaje en  el que todxs puedan expresarse.

Analía Bas: La maestra Violeta de Gainza sostiene que la educación musical es un derecho humano. En un artículo que escribí hace un par de años, que se llamaba “El rescate de la pedagogía musical en tiempos de meritocracia”, yo decía que a veces se piensa que hay que tener talento para la música, y en realidad la música, como todas las expresiones artísticas, está en nosotros. Violeta habla de que todos tenemos un mundo sonoro interno, un concepto que ella deriva del concepto de mundo interno de Pichón Rivière. Creo que lxs docentes tenemos que saber qué hilos mover para que ese mundo sonoro interno vaya saliendo y se transforme en apropiación del lenguaje musical. Me apasiona el tema de la educación musical. En el Conservatorio, yo trabajo Lenguaje musical, que antes era llamado “teoría y solfeo”, y luego fue “audio perceptiva”. Lo de teoría y solfeo es una cosa horrible, porque en verdad la teoría viene a ser la reflexión después de la práctica así que eso de poner teoría primero… Y con lo de audio perceptiva parece que la persona solamente esté preparada para escuchar. La idea de la educación musical es que cada persona pueda apropiarse del lenguaje musical y hacerlo un lenguaje más de comunicación. Es una materia que después complementa el instrumento que cada uno está estudiando.

todos tenemos un mundo sonoro interno(…)Creo que lxs docentes tenemos que saber qué hilos mover para que ese mundo sonoro interno vaya saliendo y se transforme en apropiación del lenguaje musical

737:  Hay una ruptura con aquel modelo tradicional de empezar la clase de música por el solfeo, ¿no?

Analia: En nuestra concepción, la práctica es lo primero. Si pensamos el larguísimo trayecto que todos hicimos antes de empezar a escribir palabras… Empezamos a balbucear con nuestros sonidos, a experimentar, luego a decir las primeras palabras, a armar oraciones lógicas con esas primeras palabras, y después de mucho se empezó a leer y escribir. Bueno, la música es un lenguaje y hay que hacer lo mismo. Y aquí quiero remarcar algo que veo que está sucediendo ahora. Yo daba clases en el Conservatorio y trataba de que fueran dinámicas, participativas, donde todos cantaban, percutían, estaba presente esto del hacer; y después aprender la escritura. Pero llegó un momento en el que empezaron a llegar lxs niñxs que habían tenido su iniciación musical en las orquestas de inclusión del bajo de San Isidro. Venían con una experiencia muy distinta, venían tocando el instrumento. Estaban más musicalizadxs que lxs que empezaron en el Conservatorio. Entonces me dije, acá algo tenemos que cambiar. Bueno, de eso hace ya más de 10 años y a partir de ahí fuimos cambiando cosas.

737: ¿Por qué decías antes “nuestra concepción”?

Analía: Pertenezco a una organización que es el Foro Latinoamericano de Educación Musical, que ya lleva más de 25 años y que integramos docentes de música desde México hacia abajo. Tratamos de rescatar formas de apropiación del lenguaje musical propias de Latinoamérica. Y también ponemos en discusión algunos modelos. Básicamente está el llamado modelo curricular y el modelo artístico. El modelo curricular es planificar una clase de música a partir de las prescripciones del diseño curricular; el modelo artístico es empezar la clase a partir de la obra musical, de algo del hacer música, y a partir de ahí ir trabajando los contenidos del diseño. La clase puede empezar con que un niño o una niña trajo algo, y entonces lo toca y a partir de ahí empezamos a analizar los elementos del lenguaje.  Yo considero que no doy la clase, la clase la construimos con el grupo aprendiente, la clase es una construcción. 

. Apropiarse del lenguaje musical quiere decir, y esto es necesario trabajarlo desde el jardín de infantes, que hay que proveerles a lxs chicxs de herramientas para que la música sea un lenguaje más de comunicación. Por eso para mí es tan importante la construcción del colectivo aprendiente

737: ¿Y cómo es el trabajo en un jardín o en una escuela primaria donde la educación musical es una parte más, no es que lxs chicxs van con el interés especifico por la música?

Analia: Obviamente hay algo que varía, pero algo que no. Hay un objetivo que tiene que ser común para todxs que es apropiarse del lenguaje musical. Quizás la diferencia es que en el Conservatorio, como lxs niñxs estudian un instrumento y necesitan leer música, la parte de la apropiación del lenguaje implica alfabetizarse. Pero apropiarse del lenguaje musical no significa necesariamente aprender a leer y escribir. Apropiarse del lenguaje musical quiere decir, y esto es necesario trabajarlo desde el jardín de infantes, que hay que proveerles a lxs chicxs de herramientas para que la música sea un lenguaje más de comunicación. Por eso para mí es tan importante la construcción del colectivo aprendiente. Lxs estudiantxs no tienen que ser personas que van a escuchar o a repetir lo que dice el docente.  También hay que pensar en el lugar de la música en la escuela, tiene que ser una materia más integrada a todo el funcionamiento escolar, tiene que formar parte de ese crecimiento general de lxs alumnxs que implica el trayecto por la escuela. Digo esto porque muchas veces se piensa –y nosotrxs lxs docentes de música quizás dejamos que se piense- que la función de la música es de colaborar con los actos escolares o, cuando se habla de integrar actividades, todos discuten y acuerdan en una temática y desde la música se pone la canción que habla de ese tema. El trabajo musical es otra cosa, permite desarrollar un pensamiento divergente, permite ver los temas desde otro lado.

737: ¿Por qué pensaste en un libro?

Analía: El libro está dirigido a lxs maestrxs de música en formación y a lxs jóvenes docentes. Hace más de 30 años que estoy trabajando y en algún momento me voy a jubilar. A veces se dan intercambios muy lindos en las clases de didáctica y yo pienso “esto tiene que quedar para lxs que tomen la posta después”. El objetivo del libro fue ese. Yo tengo la costumbre de escribir todos los libros que leo. Hay gente que piensa que los ensucia, para mi es darles vida. Yo espero que con mi libro pase lo mismo, que le hagan preguntas, cuestionamientos… Todo lo que cuento ahí son cosas que pasaron.  En cada capítulo parto de una experiencia, del comentario de una o un estudiante, y a partir de ahí voy desarrollando los distintos aspectos que tienen que ver con la enseñanza del lenguaje musical. Lo que busco es abrir puertas. Y otra cosa que se desarrolla en el libro es la construcción colectiva. A mí me encanta la propuesta de la “dialoguicidad” de Freire; lo que trato de transmitir es que no es que yo doy la clase, la clase la vamos construyendo entre todxs. Rescato saber que somos un colectivo aprendiente. Cito en el libro una frase del compositor y pedagogo canadiense Murray Schafer, que en su libro “El Rinoceronte en el aula” dice “ya no hay maestro, solo una comunidad de aprendices”. Te doy un ejemplo: a veces lxs chicxs componen algo intuitivamente y cuando les muestro “fíjate, acá hiciste esto, acá hiciste esto otro”, me dicen “pero yo no pensé todo eso”. Y yo les digo: “de alguna manera lo pensaste, esto que estoy diciendo vos ya lo sabés, yo simplemente le estoy poniendo palabras”. Bueno, yo defiendo ese rol docente.  Tiene que tener la capacidad de estar muy atento. Una de las cosas que hay que trabajar más y hay que poner más énfasis en la formación docente, es enseñar a escuchar y a observar, a cada estudiantx y al grupo. Rescato mucho el trabajo grupal. Por eso me interesa y defiendo la educación pública. Porque unx se encuentra con la diversidad en el aula y esas miradas diferentes, esas vivencias tan distintas, son un insumo riquísimo para trabajar.

Analía Baz. Soy profesora de Educación Musical, orgullosamente hija de la educación pública, egresada del Conservatorio Juan José Castro de la provincia de Buenos Aires, donde además soy delegada del SUTEBA. Empecé a dar clases a los 19 -cuando todavía estudiaba- en escuelas primarias. Trabajé en primarias y secundarias, de provincia y de capital; también en alguna privada; en el Colegium Musicum, en un polivalente de artes de San Isidro, en varios conservatorios y ahora trabajo en el conservatorio Juan José Castro. Es decir, nunca me fui de ahí, es mi casa. Y acabo de publicar el libro “Escuchar, tocar, pensar. Propuestas para las clases de Lenguaje Musical”.