737 conversa con el psiquiatra Juan Vasen, que piensa algunas pistas para acompañar los sentires actuales de niñxs y adolescentes, tratar de acercar a lxs docentes a la situación de presencialidad, y evitar “las pestes de la peste”: la desigualdad y la patologización de las emociones.
737: Qué puede estar pasando en la subjetividad de lxs niñxs y adolescentes en este tan largo tiempo de excepcionalidad?
Juan Vasen: El filósofo alemán Peter Sloterdijk cuenta que hay un ministro chino al que le preguntan: “¿Cuáles han sido los efectos de la revolución francesa sobre la humanidad?” Y la respuesta de él es: “A mí me parece que todavía es demasiado pronto para evaluarla”. Con respecto a los efectos de la pandemia y las medidas que con relación a ella se fueron tomando, creo que estamos en el medio. Todavía no conocemos los efectos en su magnitud, y seguramente va a llevar mucho tiempo entender lo que significó la pandemia. Sin duda hay algo, un antes y un después en la vida de la gente, veremos cuánto de ese después se parece al antes. Hay que ver de aquí a cuatro o cinco años qué queda de esta “nueva normalidad” de barbijos y cierto grado de distanciamiento. Probablemente ya con toda la población vacunada, suceda algo similar a lo que pasó con el sida, que de ser una peste espantosa pasó a ser una enfermedad crónica que padece mucha gente pero que tiene tratamiento. Me parece que van a aparecer medicamentos además de vacunas, y que todo esto va a terminar de alguna manera re-acomodándose. Pero un efecto que sí podemos ver ya, es lo que yo llamo “las pestes de las peste”.
737: ¿Cuáles serían?
Juan: Básicamente dos. Una es la desigualdad que se puso blanco sobre negro más que nunca; no hablemos de pobreza siquiera, sino de desigualdad en la accesibilidad a bienes y a servicios que se ha evidenciado en un nivel muy importante. En el extremo de esa desigualdad están los que menciona Mabel Ojea en su artículo, creo que lo llama “lxs desvinculadxs”, los caídos del mapa decimos nosotros, todos los chicxs y jóvenes que, careciendo de los medios de comunicación, de conectividad, han quedado al margen o haciendo un enorme esfuerzo para sostenerse en un lugar de contacto con lo que serían los aprendizajes escolares. Y la otra peste es la patologización. Estamos en un momento en donde algo se ha desacomodado en la vida cotidiana, porque la relación con el cuerpo propio y con los otros se vuelven fuentes de sospecha. Por ejemplo, vos entrás a un negocio y se te cayó un cachito el barbijo, y la gente te dice: por favor, súbase el barbijo. Es decir, hay peligrosidad, ahora algo más relajada pero el miedo sigue estando. Entonces aparece esta diferencia que se plantea en el artículo de Mabel entre lo que sería la adaptabilidad y la plasticidad, que sería no solo adaptarse pasivamente sino tratar de encontrar una vuelta creativa ante la situación. Hacer un esfuerzo para generar algo nuevo. Y ante ese esfuerzo lo lógico es que chicxs y jóvenes tengan síntomas, manifestaciones de distinta índole; repliegue, desánimo, ansiedad, por poner tres. Estoy hablando de chicxs y jóvenes, pero obviamente también de xadres, docentes, adultxs.
lo que yo llamo “las pestes de las peste”, (…)Una es la desigualdad que se puso blanco sobre negro más que nunca (…) todos lxs chicxs y jóvenes que, careciendo de los medios de comunicación, de conectividad, han quedado al margen o haciendo un enorme esfuerzo para sostenerse en un lugar de contacto con lo que serían los aprendizajes escolares.
La segunda peste sería la forma de evidenciarse la desigualdad y de agravarse. Sería la patologización, el avance de las neurociencias, mal entendidas. Mi último libro tiene que ver con eso, con lo que pasa cuando las neurociencias descarrilan. Para mí, las neurociencias son un conjunto valioso de disciplinas pero cuando descarrilan se exceden y empieza la neuro manía, el neuro marketing, el neuro aprendizaje, el neuro coaching… Creo que se trata de un fenómeno de mercado, no de un fenómeno científico. Ahí entonces aparece la posibilidad de una transformación de esas manifestaciones que mencionábamos en patologías: trastorno por ansiedad, depresión, etc., etc. Me parece que no hay que embarcarse en esa línea, porque es como descontextuarse. Los problemas deben ser pensados como problemas “en” la infancia y no “de” la infancia.
737: Hace dos años hubo una campaña en las escuelas de CABA que decía: “El cerebro va a la escuela”.
Juan: ¡Mejor que si el chicx va a la escuela lleve el cerebro puesto! No es el cerebro que va a la escuela. Es el chicx con un montón de cosas en su mochila, cosas culturales, barriales y cadx unx con su propia historia singular. El cerebro no parece que pudiera dar cuenta de esa enorme variabilidad y heterogeneidad que nos constituye. Chicxs y jóvenes han tenido que enfrentar una situación que les ha demandado una enorme cuota de adaptabilidad y plasticidad y eso ha generado también agotamiento. Ha habido quienes esto que han padecido les ha agravado las situaciones previas: más retraimiento, más ansiedad, más desánimo. Y hay otros -la metáfora que yo uso es que han ido a boxes- que están como en reparaciones, que este año vía la virtualidad han logrado cosas que en la presencialidad no hubieran podido. Se animaron a chatear, a comunicarse, a jugar con gente de otros lados, en la medida que tenían la posibilidad de conectividad. Y eso ha generado que el retorno los encuentre, incluso, mejor que antes. Por eso no todo es malo ni todo es bueno; no todo ha sido dañino ni todo ha sido maravilloso. No ha sido un año perdido, sino que hubo algunos logros, pero con pérdidas, que no debemos minimizar. Se han caído del sistema muchos chicxs. Ya era difícil de sostener en condiciones de desigualdad, va a ser difícil de remontar. Sobre todo, que los chicxs y jovencitxs en situaciones de vulnerabilidad tienen otras tentaciones y otras ofertas más atractivas que no van justamente por el lado de la escuela. Y del otro lado tenemos también que la escuela pudo haber tenido una oportunidad en relación a repensarse: esa combinación entre lo escolar y lo no escolar qué puentes ha establecido, qué vasos realmente se han perdido en éste año en que lo escolar sufrió un montón de distorsiones.
la otra peste es la patologización. Estamos en un momento en donde algo se ha desacomodado en la vida cotidiana, porque la relación con el cuerpo propio y con los otros se vuelven fuentes de sospecha
737: ¿Qué indicios pueden dar cuenta de qué manera los miedos, las preocupaciones, las incertidumbres están repercutiendo subjetivamente en lxs chicxs?
Juan: Cómo decía, lo que veo como consecuencia más seria es el desenganche de un sector de chicxs. El regreso a la presencialidad ha sido muy importante para los chicxs. La pérdida de esa presencialidad seguramente ha significado una pérdida en esa posibilidad de “aprehender” tanto contenido como metodologías. Hay que pensar todo esto para que tampoco sea patologizado. No deberíamos, cuando finalice la pandemia, tener una epidemia de disléxicos, o por déficit de atención, o por oposicionismos. Eso debería ser pensado en el contexto de cierto retome, entendiendo que un ritmo escolar habitual ha sido históricamente más intenso que el que se pudo llevar adelante en este año pasado. Ahí sí creo que hay ciertas perdidas, pero por otro lado creo que se ha generado una cantidad de cosas que tiene que ver con otros tipos de cercanías, solidaridades, climas familiares, conexiones distintas entre chicxs y grandes, en la medida, por supuesto, en que haya mínimo confort para compartir. Porque decíamos “quedate en casa”, pero es como si le dijéramos a esta chiquita que vivía debajo de un puente que se quede en su casa. Se ha generado también otro tiempo, sobre todo en los inicios cuando había más restricciones o cuando a posteriori se habilitaron las salidas a las plazas. Creo que se valoró mucho el poder tener un espacio, compartir con los hijos, con los hijos de otro.
Me parece que lo más importante que puede hacer un docente hoy es generar espacio de encuentro y de escucha.
737: ¿Y en el caso de los adolescentes?
Juan: Ha sido un año duro, para todos. Yo soy médico y tengo dos infectólogos en el grupo familiar, de manera que soy una persona bastante advertida de los contagios y los cuidados, pero te diría que de diez veces que salgo de mi casa o del consultorio, cinco me olvido el barbijo. Si me pasa a mí, ¡que le puede pasar al resto de la gente!. Es agotador. Y en lxs chicxs y en lxs adolescentes, además, hay que pensar en actitudes de negación. He visto videos de fiestas de chicxs jóvenes que era como para que la autoridad sanitaria los meta a todos presos (risas). Pero si a mí me pasa, como no va a pasar con la reactividad de un adolescente, su necesidad de libertad, de sacarse de encima a los padres por un tiempo. Contaba un psicoanalista, que hasta los chicxs más chiquitxs armaban casitas dentro de la casa como diciendo “basta, quiero esconderme de la mirada paterna o materna”. Yo creo que eso también ha generado un agotamiento.
737: ¿Que les podrías decir a lxs docentes que están recibiendo en estos momentos a estxs chicxs, a estxs adolescentes, en relación a cómo acompañarlxs?
Juan: Lo primero que diría es que yo no soy maestro, no estoy en un aula, no sé lo que pasa ahí hoy. Digo esto para diferenciar lo que a veces se arma entre escuelas que demandan y neurociencias que proponen, algo así como una serie de recetas, tips. Y me sorprende que los tips vienen de gente que nunca en su vida ha estado frente a un aula. Entonces ¡zapatero a tus zapatos!, hay que ser un poquito cuidadoso. Lo que yo digo debería ser tomado como de alguien que se aproxima al tema desde un territorio ajeno, extranjero. Me parece que lo más importante que puede hacer un docente hoy es generar espacio de encuentro y de escucha. Así como yo digo: no sé cómo vive un docente, en todo caso me gustaría escucharlos; que me cuenten lo que les pasa en el aula. Me parece que a los chicxs habría que generales dispositivos de escucha para saber cómo están, cómo han vivido, como están viviendo todo este tiempo. No pretender que “acá no ha pasado nada, sigamos con la clase de matemáticas”. Me parece que es una cuestión de sensibilidad. Que hay que sensibilizarse, porque estamos des-sensibilizados, todos, frente a muchas cosas a las que rápidamente le ponemos nombre, etiquetas y a otra cosa. Tenemos que volver a sensibilizarnos con respecto a ciertas problemáticas, y para eso hay que escucharse. Este sería el punto clave.
Dr. Juan Vasen. Psicoanalista. Especialista en Psiquiatría Infantojuvenil. Secretario General del Forum Infancias. Autor de numerosos libros el ultimo de los cuales es «¿Niños o Cerebros? Cuando las Neurociencias descarrilan» Ed. Noveduc . Bs As (2019)