EL CÓLERA EN EL S. XIX, ENTRE LAS GANANCIAS Y LA SALUD

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La salud es uno de los derechos humanos fundamentales, como lo señala la OMS. Hemos podido ver -sin embargo- que en el transcurso de la pandemia se la ha pretendido contraponer con la economía. No es la primera vez que ello ocurre en el transcurso de la historia. Los debates que se dieron a lo largo del siglo XIX sobre la mejor forma de enfrentar al cólera muestran –salvando las múltiples diferencias que por cierto existen entre una y otra época- llamativos paralelismos en este sentido.

Entre las pandemias más importantes, más mortíferas, del siglo XIX encontramos al cólera, en realidad cuatro o cinco pandemias que se sucedieron a lo largo del siglo.

El cólera se originó en Bengala, en la India, donde era endémico.  A partir de 1817 se propagó primero en Asia Menor, Filipinas, China y Japón. Una segunda pandemia llegó a Europa en la década siguiente. Para 1830 estaba en Inglaterra, donde en dos años se estima que provocó unas 30.000 muertes.

Se suele asociar su salida del reservorio de Bengala al aumento en la densidad en el comercio internacional que por aquellos años se estaba produciendo, y al incremento y mejoras del transporte, fenómenos vinculados. También hay quienes lo relacionan con la política colonial británica: la Compañía de las Indias Orientales en la práctica gobernaba buena parte de la India, en particular Bengala que era una de las primeras regiones que había caído bajo su dominio. En esta zona, bajo control británico, el hambre había causado estragos.  

Sheldon Watts relata, en su libro Epidemias y poder, que una revista médica informaba en aquel momento que los dueños de minas y comerciantes del norte de Inglaterra advirtieron a los médicos “que su afirmación de que el cólera era una enfermedad nueva, quizá contagiosa, traída en barco desde la India, era «un juicio precipitado, ignorante y erróneo».

Cuando el cólera llegó a la isla los médicos británicos, incluso algunos que habían estado en la India, no sabían si la enfermedad era contagiosa o si respondía a otras causas.

Si lo era, la lógica médica y administrativa de la época  requería realizar cuarentenas y cordones sanitarios. Pero eso significaba poner trabas al comercio -y la prosperidad de la burguesía británica-.

Sin embargo, existía una explicación alternativa, la de la predisposición.

Sheldon Watts relata, en su libro Epidemias y poder, que una revista médica informaba en aquel momento que los dueños de minas y comerciantes del norte de Inglaterra advirtieron a los médicos “que su afirmación de que el cólera era una enfermedad nueva, quizá contagiosa, traída en barco desde la India, era «un juicio precipitado, ignorante y erróneo». Luego de la advertencia, un comité médico dio su opinión según la cual la enfermedad no era una epidemia india, sino una fiebre inglesa y no requería medidas que interrumpieran ni el comercio ni la navegación. En noviembre de 1831, el propio gobierno británico consideró al cólera como una enfermedad no contagiosa, «una variante de una fiebre inglesa que atacaría a quienes tuvieran predisposición a ella por su vida inmoral, su pobreza, su olvido de los valores familiares, sus opiniones sobre asuntos políticos y sus excesos en la bebida.” [1]

Ilustración de George John Pinwell para la revista londinense «Fun», 18 de Agosto de 1866 (Fuente) El texto dice «Dispensario de la muerte. Abierto a los pobres, gratis, con permiso del municipio»

Por cierto, no podemos obviar el hecho que en aquellos años no se conocían las razones que provocaban la enfermedad, cuando todavía faltaban casi unos 50 años para que Robert Koch descubriera que era un microorganismo (vibro colerae),  el causante de la misma. Pero de todas formas es evidente el interés de los empresarios en impulsar la alternativa que afectara menos a su negocio. 

Algo similar ocurrió unos 20 años más tarde, en 1851, con motivo de la realización de la Primera Conferencia Sanitaria Internacional, en París. El cólera y otras enfermedades continuaban atacando a los países europeos. El objetivo de la reunión era alcanzar acuerdos mínimos entre los doce estados presentes, que tenían  intereses en el mar Mediterráneo, para establecer mecanismos de información y prescripciones de cuarentena marítima.

En la reunión se dió un debate entre los defensores del contagio como causa de la enfermedad, que eran quienes proponían cuarentenas, y los que pensaban que la enfermedad se originaba en las “miasmas”, efluvios producidos por la materia orgánica en descomposición que, en ciertas condiciones del clima y el suelo, favorecían su desarrollo. Para ellos lo necesario era la limpieza,  no la cuarentena. Por cierto, también actuaban los intereses del comercio y la navegación, opuestos a las restricciones que se establecían en muchos puertos.

Las delegaciones británica y austríaca se opusieron fuertemente a los controles y finalmente no se llegó a acuerdos. Pese a ello se considera importante esta reunión, pues fue el primer jalón para que con el tiempo se estableciese la OMS. 

Esta fue también una de las epidemias que golpeó más fuertemente nuestro país. Llegó a la Argentina en 1856, a Bahía Blanca, pero ese brote pudo ser controlado.

La epidemia más importante  se produjo unos años después, entre 1867 y 1869, durante la Guerra de la Triple Alianza -o de la triple infamia, cómo prefieran-. Suelen ir unidas la guerra y las pestes. Hubo miles de muertos en el frente de batalla, pero también en el resto del país cuando se trasladaron allí los contagios. En octubre de 1886 el cólera volvió a presentarse en Argentina. Se suele señalar a un barco italiano, el  “Perseo”, cargado con inmigrantes, como el causante de traer nuevamente la enfermedad.

las compañías navieras veían como un grave inconveniente todas las medidas de vigilancia epidemiológica que aplicaba Argentina en el puerto de Buenos Aires; la más temida era la cuarentena, que inmovilizaba un buque haciéndole perder la ganancia del viaje.

El Presidente del Depto. Nacional de Higiene, el Dr. Pedro Pardo, escribía que: “Repetidamente hemos hablado del abuso, excusado con distintos pretextos que conducen los cargadores de los vapores de ultramar, conductores de inmigrantes, consistente en hacinar hasta miles de aquellos en recintos estrechos e insuficientemente ventilados … Conociendo cómo hacen ese transporte de seres humanos y la clase de alimentación que se les da, no debe extrañarse que ocurran enfermedades y defunciones sino que estas no sean en mayor número …”.[2]

Más allá que haya sido este buque o no, se ha señalado que “… las compañías navieras veían como un grave inconveniente todas las medidas de vigilancia epidemiológica que aplicaba Argentina en el puerto de Buenos Aires; la más temida era la cuarentena, que inmovilizaba un buque haciéndole perder la ganancia del viaje. Por esta causa, la tensión entre compañías navieras tales como La Veloce y las autoridades sanitarias del puerto no eran una novedad para nadie”.[3] 

Como vemos a través de las situaciones reseñadas, las tensiones entre salud y economía estaban en aquel tiempo a la orden del día, más allá de que en otros aspectos la realidad fuera muy distinta a la actual, por ejemplo en lo que hace a los conocimientos y tratamientos médicos. En un mundo donde -como señala el historiador Eric Hobsbawm-, se producía “el triunfo de la burguesía”, encontramos a quienes no trepidaban en poner sus ganancias por encima de la salud de sus semejantes.

Juan Balduzzi es Profesor y Licenciado en Historia. Integrante de la Secretaría de Educación (SUTEBA). Colaborador del Instituto Marina Vilte (CTERA). Docente de Historia Social de la Educación (UNlu). Autor (con Silvia Vázquez) de «De apóstoles a trabajadores. Historia de las luchas sindicales docentes 1957-1973», (CTERA, 2000), artículos y otras producciones sobre historia del sindicalismo docente, del movimiento obrero, de historia argentina y de historia de la educación, entre otros temas.


[1] Veronelli, JC; Veronelli, M. Los orígenes institucionales de la Salud Pública en la Argentina. Bs. As., OPS/OMS, 2004.

[2] Fuster, MT. Perseo, el barco maldito. La epidemia de cólera en Argentina en 1886.

[3] Agüero AL, Isolabella M. El cólera en la argentina durante el siglo XIX. Rev Argent Salud Pública, 2018; 9(37): 51-54