La charanguista Adriana Lubiz nos cuenta como surgió y las acciones que realiza hasta hoy el movimiento «Charango Argentino» que reúne músicxs, maestrxs, estudiantes y publico en torno al instrumento que a lo largo de la historia pasó a formar parte de la música argentina y latinoamericana, transformándose en un ícono cultural
“Charanguista, docente, curiosa”, así se presenta Adriana Lubiz. Poseedora de una sólida formación en la técnica del instrumento y de una enorme sensibilidad y expresividad en su ejecución, Adriana se ha ganado un lugar de referencia en un campo, como el de la música de raigambre andina, tradicionalmente reservado a los hombres. Su pasión por este instrumento y su convicción sobre la dimensión social que tiene la música, la llevó a impulsar – junto a otro grupo de músicos- la creación de “Charango Argentino” una iniciativa que está cumpliendo 20 años de trayectoria.
737: ¿Qué es y por qué nace Charango Argentino?
Adriana: Surge un poco de la curiosidad de decir “che somos unos cuantos, ¿por qué no nos juntamos e intentamos algo?”. En Bolivia existe desde hace muchos años la Sociedad Boliviana del Charango. Ellos venían haciendo un Congreso nacional y un Encuentro Internacional. En el 2001 van Luis Pérez y Carlos Ochoa. Cuando vuelve de ese congreso, Luis me dice: “Adri, me parece que estaría bueno, no copiar la forma de organización boliviana, pero sí intentar hacer algo que nos aglutine, nos junte, nos conozcamos”. Entonces armamos un proyecto, el primero, donde estaba la idea de hacer recitales, convocar a maestros, hacer una especie de biblioteca con el material que teníamos cada uno de nosotros. Dijimos “pongamos 21 de septiembre –día en que nació Jaime Torres- como fecha de nacimiento” y ese día, como buscando la bendición, fuimos a hablar con Jaime, con Toro Stafforini y con Chiquito Rodríguez, que para nosotros eran referentes en Argentina. Los tres nos dijeron “vayan para adelante”. Y ahí surgió el primer recital de Charango Argentino en noviembre del año 2001. Conseguimos el apoyo del Salón de la Asociación Judicial Argentina. Nos pareció que lo mas convocante era hacer un recital para explicar ahí era la idea. La organización fue “hagamos lo que podamos” -uno tenía micrófono, otro cable, etc.- y así arrancamos.
En el 2005, conseguimos apoyo de Cultura de Nación. Su aporte era el lugar físico, el sonido, y un mínimo para que se le pudiera pagar algo, un viático, un reconocimiento, a los músicos. Con ese apoyo pudimos mantenerlo hasta el 2015. Durante los años macristas estuvimos casi parados, porque no había posibilidad de nada
737: ¿Mantuvieron encuentros anuales?
Adriana: Esa fue una discusión. Había dos posibilidades: una era hacer una vez por año algo intensivo, una semana por ejemplo. O intentar algo todos los meses. Era más laburo, obviamente, porque significaba terminar un recital y estar pensando ya en el próximo; pero nos pareció que era interesante esto de la permanencia, del trabajo de hormiga. Que todos los meses se supiera que iba a haber algo de Charango Argentino. En 2002 arrancamos, intentando hacerlo todos los meses. Entrada libre y gratuita, bancado por nosotros mismos. En un momento empezamos a hacer a la gorra, porque nos parecía que estaba bueno que los músicos que venían a participar algo se llevaran y así fuimos transitando. En el 2005, conseguimos apoyo de Cultura de Nación. Su aporte era el lugar físico, el sonido, y un mínimo para que se le pudiera pagar algo, un viático, un reconocimiento, a los músicos. Con ese apoyo pudimos mantenerlo hasta el 2015. Durante los años macristas estuvimos casi parados, porque no había posibilidad de nada. Un par de años antes, la UTE[1] nos había ofrecido su espacio para dar algunos talleres, entonces hubo cosas que empezamos a hacer ahí en su auditorio. En adelante fue como nuestra casa. La idea siempre fue la difusión y abrir el juego, considerar charanguista a toda persona que toca un charango. En el 2008, por ejemplo, abrimos un espacio para estudiantes. Convocamos a maestros a que presentaran a un estudiante, y éste tocaba dos temas. Esto generó además una especie de difusión de maestros. Entre los espacios que fuimos abriendo estos veinte años estuvo también uno que llamamos “Otros instrumentos, otras voces” donde participaron copleros, otros instrumentos, grupos vocales. Algo que siempre tuvimos en claro es que el espacio del Charango Argentino es para compartir lo que hacés. A su vez, el público sabía que el tercer viernes de cada mes venía a ver algo bueno, a alguien que por ahí no conocía.
737: Este momento en pandemia, ¿cómo lo han enfrentando?
Adriana: El año pasado no pudimos hacer nada. Hace unos meses se comunicó Carlos Guerrero, Secretario de Cultura de UTE, para ofrecernos hacer algo con la plataforma de streaming que ellos tienen. En el mes de junio hicimos el primer recital de Charango Argentino virtual, y seguimos. Es muy lindo porque así podemos festejar el cumpleaños. Hay algo que tuvo Charango Argentino en la historia y son los desafíos. Algunos nos lo fue poniendo el momento y otros nos lo fuimos poniendo nosotros mismos. Y sí fue como fuimos creciendo como movimiento charanguero.
Dentro de la cultura viene el charango y, como nos sucede a todxs, en los ratos libres uno se pone a tocar. Ahí empieza la historia del instrumento en la Argentina
737: Antes de despedirnos, ¿cómo aparece el charango en nuestra música?
Adriana: En algún momento llegan instrumentos de cuerda -guitarrillas, vigüelas- desde Europa, principalmente España. Chalena Vázquez, una importante musicóloga peruana, dice que los pueblos originarios “adoptaron lo que venía y lo adaptaron a lo que tenían”. Es decir, esos instrumentos que llegan se empiezan a transformar. Tenemos que recordar que en ese momento el imperio incaico abarcaba lo que hoy es Perú, Bolivia, Ecuador, norte de Chile y hasta la mitad de Argentina. Hay una discusión sobre si el instrumento es originario de Perú o de Bolivia, pero en realidad se trataba de una sola zona cultural. Con la llegada empieza todo un proceso de desarrollo y transformación del instrumento. A fines de 1800, principios de 1900, con los movimientos migratorios provenientes de Bolivia -mano de obra para la zafra, el algodón, la manzana, la uva- ingresan peones golondrinas con su charanguito abajo del poncho. Son inmigrantes que traen su cultura. Dentro de la cultura viene el charango y, como nos sucede a todxs, en los ratos libres uno se pone a tocar. Ahí empieza la historia del instrumento en la Argentina. En los 50 aparece la figura de Jaime Torres como referente, pero antes hay muchos, más anónimos, que lo tocaron y lo difundieron. Una de las transformaciones que suceden es en el repertorio, en los temas que se empiezan a tocar con el instrumento. En un principio ese peón golondrina o ese inmigrante viene con sus temas y con su forma de tocar. Al empezar a quedarse el instrumento acá se empieza a transformar lo que se toca con ese instrumento. Una de las cosas en que justamente hace punta Jaime, es que empieza a tocar el instrumento desde otro lado. Deja de ser sólo instrumento de acompañamiento y empieza a tener una participación más melódica, empieza a ser el instrumento solista. El instrumento hizo la ruta Bolivia, Tartagal, Salta, Tucumán, Rosario, Mendoza -para el lado de la cordillera- y Buenos Aires. Eran las vías férreas, la ruta lógica. Se desparramó tanto que hoy hay charanguistas hasta en Ushuaia. Otra transformación es que en un principio el instrumento estaba en manos de hombres, por supuesto. Y hay un momento, acá y en Bolivia, donde empezamos a haber un montón de mujeres. En Bolivia hay un movimiento femenino charanguista muy importante. Y acá, ahora, somos muchas.
Para conocer mas de «Charango argentino»:
Adriana Rosa Lubiz estudió Charango con los Maestros Ligia de Vázquez, Rolando Goldman y Toro Stafforini, cursó la carrera de guitarra en el Conservatorio de Morón y es Egresada del Magisterio y Profesorado de Danzas Folklóricas. Su tarea docente se desarrolla en el Instituto Vocacional de Arte (dependiente de Cultura de Gobierno de la Ciudad), en la Escuela Taller de Artes y Artesanías de Morón, en la Escuela de Música Popular de Avellaneda y en forma particular.
[1] Unión de Trabajadores de la Educación, sindicato de base de CTERA en CABA.