COLECTIVOS MIGRANTES Y ESCUELA

Reportaje a María Laura Diez

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La Doctora en Antropología María Laura Diez da cuenta de las problemáticas especificas que viven las familias migrantes de sectores populares, que durante la pandemia vieron aún más acentuadas muchas desigualdades estructurales.

737: ¿Cómo ves que está afectando la pandemia a las comunidades migrantes en la provincia?

María Laura Diez: En relación a la población con la que vengo trabajando desde hace unos años, familias que provienen de Bolivia, una primera aclaración a señalar es que es una migración que ha sido históricamente estigmatizada, sospechada, que, en general, ha estado expuesta a la necesidad de dar prueba de ser una buena migración. En este sentido, hay que recordar que la pandemia arrancó como un problema asociado a la movilidad internacional, llegaba con quienes habían viajado a Europa sobre todo. Pero pasada la primera etapa de afectación, la mirada empezó a desplazarse hacia los sectores populares, a enfocar y marcar comportamientos en barriadas populares y junto con ello entró fuerte en el debate la responsabilización de la población que se movilizaba entre las fronteras regionales con los países limítrofes. La recurrencia con la que se culpabiliza a la migración de países vecinos de muchos problemas sociales, hay que buscarla en una matriz o memoria discriminatoria que sigue latente. Otra cuestión que hay que tener en cuenta es el contexto inmediatamente previo a la pandemia, en el que se fue erosionando el marco normativo en el tema migratorio. La Ley Migratoria 25.871 de 2004 es considerada internacionalmente como una de las más sensibles en temas de derechos comunes, colectivos, con perspectiva regional y de derechos humanos. Pero en 2017 el entonces presidente M. Macri firmó el Decreto 070 que recortó parte de esa Ley. Estuvo vigente hasta el pasado 5 de marzo en que fue derogado por Alberto Fernández. Es decir que la mayor parte de la pandemia la atravesamos con ese decreto vigente, que tendía a hacerse eco de un discurso xenófobo dirigido a los migrantes de países limítrofes.

737: ¿Qué efectos tuvo esto en las comunidades?

María Laura: En primer lugar con aquel decreto se activaron las deportaciones, con la consecuente separación de las familias. Por otro lado, con la pandemia se incrementaron las restricciones a la movilidad para las poblaciones migrantes, lo que deriva en una mayor vulnerabilidad social y socioeconómica. Por ejemplo, dificultades para acceder a los trámites de residencia, a información sobre los procesos administrativos para las renovaciones, todas instancias que suelen ser complejas y engorrosas, se dificultaron más el año pasado. Y esto trae otros efectos, porque cuando se está en una situación irregular es más difícil acceder a derechos y servicios básicos. Esto es un tema grave, delicado en cualquier contexto, sin duda en pandemia la población migrante ha sufrido bastante. Otra cuestión es que una parte de esta población la integran familias de la economía popular, con empleos que no están alcanzados por la seguridad social; muchas de ellas no han accedido al IFE, por ejemplo. Yo trabajo en una localidad del norte Buenos Aires y allí una ocupación importante es la producción hortícola. Esta no se vio interrumpida, porque la producción de alimentos siguió siendo esencial. Pero sí existieron clausuras temporales en los mercados de comercialización de frutas y verduras, o prolongadas en la feria de ropa (prácticamente todo el año). Otrxs compañerxs que estudian este tema dan cuenta de otras afectaciones complejas del empleo. La construcción y la venta ambulante, por ejemplo, estuvieron complicadas gran parte del año, que son nichos laborales ocupados por la población migrante.

En la última parte del año empezamos a escuchar sobre esas experiencias en las que participaron docentes en formación de la localidad y permitieron acceder a las viviendas de algunxs chicxs, empezar a saber más, documentar lo vivido, poner algunas voces donde había mucho silencio. Con relación a eso, una cosa que apareció que tampoco es específica de la situación vivida por la población migrante, es que desde el comienzo de la pandemia se limitaron los espacios de participación

737: Hablabas al comienzo de cierta estigmatización.

María Laura: Te doy un ejemplo. En la localidad donde venimos trabajando circuló la idea de que los migrantes trajeron la enfermedad al barrio, porque en los mercados aparecieron algunos casos. Se daba entonces una asociación directa entre la migración, las condiciones precarias de vida y trabajo, y la enfermedad. Son cuestiones que hubo que transitar. Más allá de que el acceso a la salud es un derecho universal, en la cotidianeidad de algunos servicios de salud locales, hay personas que expresan objeciones para atender a los enfermos “no nacionales”. No son situaciones generalizadas, por supuesto, pero sí recurrentes, personas que ponen obstáculos donde no debería haberlos.

737: ¿Y en relación a lo que han vivido niñxs y jóvenes de estas comunidades?

María Laura: En los primeros meses hubo una construcción discursiva que hacía muy visible algunas demandas de niñxs, adolescentes y jóvenes, pero omitían muchas otras. Se hablaba muy fuerte de la necesidad de respetar las salidas recreativas de lxs niñxs. En cambio muchos padecimientos que podemos ver de lxs niñxs de sectores populares, que vivían en condiciones de privación, no aparecían. Son cosas que necesitamos seguir señalando en el debate público, es cuanto menos sesgado reducir la experiencia de infancia a la recreación. Hubo una descontextualización importante de la construcción de la niñez, de la juventud, de lo que quieren y necesitan, que tiene un contenido que efectivamente corresponde a una demanda importante de parte de la población, pero lo que omite es mayúsculo. Además, se fue circunscribiendo más adelante a lo educativo y a la necesidad de la continuidad pedagógica, sobre la que hoy se fijó la discusión política. Muchxs padres/madres de niñxs y adolescentes vivimos situaciones complejas en virtud de la interrupción de cierta normalidad escolar. Pero no podemos decir que la escuela es “LA” experiencia que les toca a niñxs y jóvenes, recortándolxs de las demás circunstancias familiares y comunitarias, que acompañan sus trayectorias y que hoy son condición para la vida.

La niñez y juventud migrante con la que trabajamos está en la escuela, busca la escuela. Lxs adultxs tienen altísimas expectativas en que la población joven se escolarice y tenga una escolaridad cada vez más larga. Pero hay deudas, no todxs terminan los trayectos obligatorios y además comparten su trayectoria escolar con trayectorias de trabajo.

737: Ya que mencionás el tema, ¿hubo dificultades también en lo relativo al derecho a la educación?

María Laura: Me parece que con las políticas de continuidad pedagógica se hicieron muchas cosas, se priorizó dar respuesta rápida con recursos diversificados frente a lo imprevisto, pero lógicamente en sociedades con realidades tan diversas y desigualdades estructurales, aparecieron profundos límites. Son límites asociados a necesidades regionales múltiples, y a condiciones frágiles, a deudas anteriores. Ahora bien, en las barriadas populares, las escuelas sostuvieron muchas actividades inescindibles del derecho a la educación, como lo han hecho históricamente. Siempre tenemos la mirada crítica agudizada sobre los obstáculos y límites, pero primero hay que reconocer que muchas escuelas, por ejemplo, en el barrio donde venimos trabajando, funcionaron como articuladores comunitarios de las iniciativas jurisdiccionales en desarrollo social, junto con las UGC. Muchas cosas ocurrieron en esas escuelas, como la gestión y distribución de bolsones alimentarios. Hubo escuelas que se reacondicionaron como espacios de cuidado de salud. Ese lugar de la escuela en la barriada es un punto que muestra aspectos de las tramas comunitarias en primera persona. Por otro lado, volviendo sobre la pregunta, está la preocupación que las escuelas tuvieron por llegar y comunicarse. Porque fue abrupto el quiebre en la comunicación. Lo evidente, sobre todo, fue la desigualdad en las posibilidades de contacto, el poder llegar. Hubo escuelas en las que hubo mayores posibilidades de acceder a la población y otras donde fue difícil vincularse, y lo fue todo el año. Ese es un elemento muy gráfico sobre las desigualdades preexistentes y la fragilidad de un vínculo en un contexto como éste. En barrios con condiciones más vulnerables, fue evidente que muchxs jóvenes discontinuaron la escolaridad, sobre todo en escuela secundaria. Rescato aquí el programa ATR (Programa de Acompañamiento a las Trayectorias y la Revinculación) que se lanzó el año pasado en la provincia. En la última parte del año empezamos a escuchar sobre esas experiencias en las que participaron docentes en formación de la localidad y permitieron acceder a las viviendas de algunxs chicxs, empezar a saber más, documentar lo vivido, poner algunas voces donde había mucho silencio. Con relación a eso, una cosa que apareció que tampoco es específica de la situación vivida por la población migrante, es que desde el comienzo de la pandemia se limitaron los espacios de participación. Muchas de las formas de intervención que se pensaron para lxs niñxs, adolescentes, jóvenes, se definieron sin interlocución con ellxs. En las escuelas, los consejos de convivencia, los centros de estudiantes y otros órganos de participación para escucharlxs, aparecieron desdibujados. Se trata de una demanda histórica para pensar los derechos de lxs niñxs y adolescentes, que se reactualiza en el contexto actual: es urgente cuidar esos espacios también en la virtualidad, donde procesar la experiencia que se está transitando, entre pares.

737: ¿Cuál es tu acercamiento al tema de lo educativo?

María Laura: Mucha de la información que te comparto fue reconstruyéndose desde un programa de educación que tenemos con mis compañerxs en una radio comunitaria de la colectividad boliviana (dentro del mercado frutihortícola). Eso nos dio la posibilidad de plantear temas de educación y diálogos entre las familias, la misma colectividad y las escuelas, que a veces son difíciles de sostener. Ese programa pasamos a hacerlo a distancia desde el año pasado, y quizás logramos más intercambios que los que imaginamos. Los profesores nos planteaban la heterogeneidad y desigualdad que fueron viviendo con sus distintos cursos que asociaban a las condiciones de vida de gran parte de las familias. Muchas de las familias no tenían acceso a la conectividad ni tenían posibilidades de pensar la continuidad pedagógica con el único recurso tecnológico disponible: un teléfono celular que muchas veces se comparte. Algunxs docentes contaron que participar en la entrega de bolsones alimentarios, les permitió tener más contacto con algunas familias, escuchar por qué la cuestión virtual no funcionaba, saber que algunxs chicxs trabajaban solxs con los módulos que produjo el ministerio, pero que algunas propuestas no se podían sostener en soledad (“no entendían”). Al mismo tiempo hubo experiencias muy lindas, algunas las trajeron a la radio: trabajos grupales en lengua, o actividades en química, en física, que logaron hacer con elementos cotidianos. Pero básicamente lo que planteaban era la dificultad de sostener un aula donde no había un acceso igualitario.

lxs jóvenes en el contexto en el que yo trabajo tienen acceso al trabajo, hay una forma organizativa comunitaria del trabajo familiar tanto en la producción hortícola como en la comercialización, consolidado por las generaciones mayores, y continuado por las generaciones más jóvenes. Estas son cuestiones difíciles de ver para las escuelas, de reconocerlas sin juzgarlas negativamente.

737: ¿Sobre qué cuestiones, según tu mirada, tiene la escuela que poner el foco en el trabajo con población migrante?

María Laura: Nuestro trabajo es entender las condiciones de vida de las familias con la que trabajamos, y a partir de allí reconstruir significados, accesos, expectativas de lo educativo. No es solo atender a las condiciones de vulnerabilidad, sino también a las experiencias formativas que se valoran mucho. En el caso del colectivo con el que trabajo, gran parte de las familias integran la llamada economía informal y despliegan una estrategia productiva doméstica de la que participa toda la familia. Es necesario conocer ese entorno en que viven niñxs y jóvenes, y reconocer los procesos educativos y los espacios de sociabilidad de los que participan. Lxs más jóvenes despliegan alguna actividad productiva o comercial en la familia. Esto se profundizó en la pandemia, porque algunos mayores corrían más riesgos frente al covid y tuvieron que restringir su circulación. La niñez y juventud migrante con la que trabajamos está en la escuela, busca la escuela. Lxs adultxs tienen altísimas expectativas en que la población joven se escolarice y tenga una escolaridad cada vez más larga. Pero hay deudas, no todxs terminan los trayectos obligatorios y además comparten su trayectoria escolar con trayectorias de trabajo. Muchxs educadorxs de secundaria dicen que terminar la escuela te garantiza poder seguir estudiando, pero no necesariamente el acceso a un trabajo registrado. Y lxs jóvenes en el contexto en el que yo trabajo tienen acceso al trabajo, hay una forma organizativa comunitaria del trabajo familiar tanto en la producción hortícola como en la comercialización, consolidado por las generaciones mayores, y continuado por las generaciones más jóvenes. Estas son cuestiones difíciles de ver para las escuelas, de reconocerlas sin juzgarlas negativamente. Otra cuestión, que no tiene que ver específicamente con la pandemia, es el tema del nacionalismo en la escuela. A veces lo que la escuela puede desplegar o imaginar es desbordado por lo que encuentra en estos barrios donde las familias están entre “allá” y “acá” o despliegan prácticas y formas de identificación transnacional. Bueno son muchas cuestiones que se abren. En este sentido, a fines del año pasado se hizo la primera encuesta nacional migrante de Argentina, que elaboró un conjunto de investigadorxs de la Red de DD.HH. del CONICET, de la que se están procesando los datos. Participaron casi 4 mil personas de colectivos migrantes y organizaciones sociales. Básicamente atendió a reconstruir información sobre los efectos de la pandemia. En lo educativo seguramente aparecerán muchos elementos para pensar las dificultades en el acceso a la escolaridad.

MARIA LAURA DIEZ es Doctora en Antropología. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/CONICET. Docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires/UBA (Instituto de Ciencias Antropológicas/ICA e Instituto de Investigación en Ciencias de la Educación/IICE) y de la Universidad Pedagógica Nacional/UNIPE (Área Antropología).