“Mamá está sola y no baja para comprar… está atemorizada y no se anima a salir. Cada sábado me voy hasta su casa para llevarle provisiones… las dejo en la puerta… al rato ella baja a buscarlas… La semana pasada era su cumpleaños y le agregué algunas cosas dulces que a ella le gustan… esperé que bajara y cuando la ví la abracé con todas mis fuerzas y… cuando reconocí el olor tan familiar… me invadió un grito… “no debo hacer esto… no debo”… mi cuerpo se puso rígido y me fui corriendo…”
Esta historia fue relatada por Horacio, en un encuentro de Teatros de la Memoria el último domingo de septiembre. El trabajo se hizo por zoom y se conectaron unos 40 compañeros para compartir sus historias de pandemia con nosotros, construyendo comunidad.
Quien nos comparte este relato es Gustavo Aruguete, Psicoanalista, Psicodramatista, Analista Institucional y Director de la compañía Teatros de la Memoria.
EL CUERPO TAMBIÉN ES EL TERRITORIO DONDE SE CONSTRUYE LA SUBJETIVIDAD. SUBJETIVIDAD SOSTENIDA POR SENTIDOS Y SIGNIFICACIONES, POR RITUALES Y CÓDIGOS. Y TAMBIÉN POR LAS METÁFORAS QUE CONSTITUYEN EL CUERPO POÉTICO
737: Gustavo, ¿qué es Teatros de la Memoria?
Gustavo Aruguete: Es un colectivo de teatro que tiene como objetivo convocar a un encuentro para contarnos historias cotidianas de gente común, generando un momento creativo y participativo. Hace ya algunos años, nos venimos reuniendo en el ámbito de un pequeño teatro convocando a 30 ó 40 personas para compartir sus historias. Los relatos son escuchados por un grupo atento y conmovido que resuena en sus propias historias. Luego la Compañía de Teatros… responde con pequeñas dramatizaciones espontáneas como una posibilidad de nuevas miradas sobre esas narraciones y crear un momento poético y comunitario. Y por último, nos damos un tiempo para la reflexión compartida.
737: ¿Y durante la Pandemia?
G.A.: El primer mes de confinamiento fue de parálisis. No podíamos encontrarnos, no podíamos vincularnos desde los cuerpos ni podíamos hacer teatro. Después pensamos que sí teníamos nuestras historias para compartir y que nos enfrentábamos al desafío de crear algo nuevo generar el encuentro para escucharlas, ahora con relatos fuertemente atravesados por estos tiempos turbulentos.
Nos propusimos entonces reproducir nuestros encuentros de teatro espontáneo por Zoom y venimos haciéndolo mes a mes con diferentes temáticas en el contexto de la pandemia. En un encuentro exploramos cómo el aislamiento marcaba nuestra subjetividad, en otro analizamos cómo construimos el nuevo vínculo con “el otro”, en el próximo descubrimos cómo son las vivencias cotidianas de los trabajadores esenciales que exponen sus cuerpos, en el cuarto buscamos definir una “Ética del Cuidado” y en el último encuentro nos propusimos descubrir “El Cuerpo y sus Metáforas en la nueva Anormalidad”
737: ¿Qué disparadores surgieron para el trabajo sobre las metáforas corporales?, ¿qué ideas circularon y se pudieron pensar?
G.A.: Primero nos preguntamos ¿qué es el Cuerpo? Y lo pensamos en su materialidad biológica, porque con él podemos correr, bailar, producir y también enfermar y hasta morir en un verdadero campo de batalla con la pandemia. Pero el cuerpo también es el territorio donde se construye la subjetividad. Subjetividad sostenida por sentidos y significaciones, por rituales y códigos. Y también por las metáforas que constituyen el cuerpo poético.
737: ¿Por qué el cuerpo se constituyó en campo de batalla entre la vida y la pandemia?
G.A.: Porque el cuerpo está hoy expuesto en su vulnerabilidad extrema, sometido a la enfermedad posible pero también al dolor y al miedo, a la angustia y a la incertidumbre sobre el futuro. A la limitación del cotidiano de los vínculos.
“LO PERSONAL ES POLÍTICO” Y EL TERRITORIO DE MI CUERPO TAMBIÉN LO ES. Y ES POLÍTICO PORQUE EN ÉL SE DEBATEN POSICIONES ÉTICAS E IDEOLÓGICAS. UNA, CONCIBE EL CUERPO COMO “PROPIEDAD PRIVADA” (…) LA OTRA, SE CONSTRUYE EN “UN CUERPO CON OTROS”, EN EL EJERCICIO DEL VÍNCULO Y LA CONVIVENCIA. (…) ESE ES EL “CUERPO SOCIAL”, COMO EXPRESIÓN DE UN DESEO DE COMUNIDAD.
Pero también el cuerpo es la posibilidad de decisiones colectivas. Cuando elegimos mantener el aislamiento y la distancia como respuesta a la realidad que nos impone la pandemia, tomamos la responsabilidad del cuidado de uno mismo y sobre el otro.
En esta nueva anormalidad, el cuerpo ha transformado sus significados. Cada conducta, cada actitud o gesto cotidiano ha cambiado su sentido. El abrazo, la proximidad y el contacto significaban la confianza, el afecto, la intimidad, pero hoy se resignifican como sospecha mutua, donde si alguien se acerca demasiado, puede ser a la vez víctima o verdugo del otro. Y la distancia y ocultarnos la mitad de la cara con un barbijo, tiene el sentido del respeto por el otro.
Además porque todo cuerpo es político y en la pandemia ha quedado especialmente en evidencia una confrontación.
737: ¿Por qué decís que el cuerpo es político?
G.A.: Porque “lo personal es político” y el territorio de mi cuerpo también lo es. Y es político porque en él se debaten posiciones éticas e ideológicas. Una, concibe el cuerpo como “propiedad privada”: “hago de mi cuerpo lo que quiero”, “quiero tener la libertad de enfermarme si quiero”. Nos habla de un cuerpo individualista, egoísta donde el otro no entra en mi campo de consideraciones. La otra, se construye en “un cuerpo con otros”, en el ejercicio del vínculo y la convivencia. Donde yo existo en cuanto mi cuerpo es “campo de solidaridades”. Donde la mirada del otro me constituye como sujeto. Y donde el otro es objeto de una “ética del cuidado”. Ese es el “Cuerpo Social”, como expresión de un deseo de Comunidad.
737: ¿Y cómo responder frente a esta nueva realidad?
G.A.: Hoy, cuando tomamos conciencia de que la pandemia no está dispuesta a dejarnos rápidamente, que el futuro no tan cercano y que la nueva normalidad no repetirá la del pasado, comenzamos a pensar que tendremos que crear nuevas formas de “abrazos”, porque los viejos y añorados abrazos demorarán más que lo deseado.
Entonces tendremos que compartir más los miedos, el silencio y la soledad. Deberemos reconocernos más con la mirada. Desarrollar la distancia del cuidado. Disponer del silencio para escuchar al otro. Y estar “ahí” para sostener la esperanza.