LA CANTIDAD IMPORTA

Reportaje a Silvia Storino

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Los ya viejos discursos neoliberales vuelven a instalar sus sombríos y catastróficos diagnósticos sobre la educación argentina. Uno de sus caballitos de batalla: una idea mercantil de la calidad que subestima o deja de lado la cantidad. Siete3siete charló con Silvia Storino, Vicerrectora de la Universidad Nacional de José C. Paz, quien, en un reciente artículo, publicado por la Revista Bordes[1], presentó datos que muestran el sostenido crecimiento en las tasas de escolarización en estos 40 años de democracia y los desafíos que la democratización de la educación plantea a la escuela.

Siete3siete: ¿De dónde surge tu preocupación por mostrar los logros educativos en democracia?

Silvia Storino: 40 años de democracia invitan a un balance. En ese balance se suele subrayar positivamente aquello que la democracia trae: la Libertad, los Derechos, la vigencia plena de las garantías constitucionales, la posibilidad de expresarse, de organizarse, de decidir. Pero si bien se subraya eso, suelen aparecer unos claroscuros que, por la situación particular que atraviesa el país, quedan más acentuados los oscuros que los claros. Pensamos más rápidamente en las deudas de la democracia, lo que la democracia no pudo, no supo, no consiguió, que aquello que efectivamente es posible en democracia y solo en democracia. Mi posición no es decir “vamos a mostrar los logros de la democracia y dejemos de lado o hagamos más leves las críticas”. No.  Pasa por una lectura del momento que hoy vivimos. Un mundo en donde la democracia está bajo sospecha. Y donde, como dice el artículo, también la cantidad está bajo sospecha. Para mí no hay ninguna duda -ni política, ni teórica- de que es en democracia donde vamos a poder mejorar nuestras sociedades. Es desde ese lugar preocupado por el tono más oscuro que claro y poco matizado de la conversación acerca de los 40 años, que la nota toma posición desde su título: “Lo que supimos conseguir”.

Si a la democracia se la ve como democracia de masas, las grandes cantidades tienen que ser algo positivamente valorado, tiene que ser un valor incuestionable

Siete3siete: ¿Cuáles son los logros educativos de la democracia?

Silvia Storino: Si a la democracia se la ve como democracia de masas, las grandes cantidades tienen que ser algo positivamente valorado, tiene que ser un valor incuestionable. Cuando en el sistema educativo se mira hacia atrás, se suele escuchar “enseñábamos mejor”, “había mejores condiciones”, “lxs estudiantes aprendían más”. Si fue mejor es ya toda una gran conversación, pero en todo caso esa idea de lo mejor se desentiende de la cantidad. Y para mí eso no es posible en democracia. Porque la democracia es cuantitativa, es colectiva, es universal. No puede trabajar con lo pequeño, con lo mínimo. Desde ese lugar es necesario pensar que la cantidad importa. Para los discursos mercantiles, los discursos más empresariales la calidad se asocia a la cantidad para relativizarla. Dicen: “bueno, hay cantidad, pero…”, siempre aparece un “pero”, algo que termina relativizando ese logro, esa conquista. “Tenemos más estudiantes en las escuelas, pero no aprenden”, “pero no permanecen”, “pero no todxs terminan” … Efectivamente la democratización de un sistema lleva años, porque el acceso a un nivel supone saber más y saber para adelante, saber sobre los modos pedagógicos y los modos de enseñanza. Hay deficiencias democráticas, sí, pero eso no relativiza el logro. Si hay más es mejor, después seguimos discutiendo qué otras cuestiones tenemos que trabajar. Pero si es más es mejor. Hay que defender la cantidad. Importa, por ejemplo, cuando se discute si hay que tener más o menos horas de clase, porque más horas de clases son necesarias. Nuevamente, aparecen cosas como “bueno, pero lxs chicos van a hacer lo mismo”. Yo digo, tengamos más horas y sigamos pensando lo que hacemos. Pero tengamos más horas. Si la cantidad no importara no se entendería por qué lxs trabajadorxs salen todo el tiempo a la calle a pedir más salario, y por qué luchamos porque la sociedad viva más años de vida, y por qué queremos que lxs niñxs pequeñxs tengan más proteínas. La cantidad importa, no es solamente una cuestión de calidad. A veces se entiende que la calidad sólo es posible cuando es para pocxs. Esto es algo del mercado, es de calidad aquello que es selectivo. Como el vino que viene en pocas botellas, parece que tiene una calidad excelsa; si es masivo no puede tener calidad. Creo que es una discusión que quienes queremos una educación popular debemos dar incluso en esos terrenos. Hay que decir que la cantidad importa, importan las muchedumbres, importa el pueblo. Importa que en la escuela, en los diferentes niveles de enseñanza, haya muchxs estudiantes. Y eso es un logro de la democracia.

Siete3siete: En tu nota aportás muchos datos…

S. S.: Efectivamente, se pueden mostrar datos. Estamos en un tiempo tan sometido a las creencias, a la opinión que se sostiene como en una charla de café, que yo creí un aporte volver a revisar también los datos. Las tasas de escolaridad, por ejemplo. En los períodos democráticos esa tasa en todos los niveles de enseñanza va en ascenso y se detiene bajo gobiernos autoritarios, como fue con la dictadura con las tasas del nivel medio. Y dentro de la democracia, aunque esa tasa suele ir históricamente en ascenso, tiende a desacelerarse cuando el gobierno es conservador o neoliberal, y tiende a acelerarse cuando los gobiernos son democráticos populares. Lo que quiere decir, creo yo, que estos últimos escuchan y son fieles representantes de lo que la sociedad les demanda. Porque atrás de todo esto hay una conquista social por el derecho a la educación que va peleando mejores condiciones, que va peleando por más escuelas, por más niveles, por más años. Durante los gobiernos democráticos y más vinculados a la demanda de la ciudadanía, ésta se expresa en leyes. Leyes que, para el caso de nuestro país, suelen expresar ese derecho como obligatoriedad. Lo cual crea y recrea una especie de círculo virtuoso, en el sentido que la ciudadanía puede apoyar su reclamo con la obligatoriedad: si hay obligatoriedad puede pelear por más. La obligatoriedad claramente obliga al Estado, con diferentes matices según de qué gobierno estemos hablando, a generar políticas, a crear más escuelas, más cargos docentes, más producción de materiales, más formación docente. Vuelvo a decir, en gobiernos que quieren expresar esa demanda popular, porque son más progresistas, más democratizadores, esto avanza a un paso muy interesante. De hecho con la Ley de Educación Nacional sancionada en 2006 se avanza en reconstituir los niveles tal como los conocimos históricamente y se vuelve obligatoria toda la escuela secundaria. Eso da un gran avance a la expansión de la matrícula. Fue también así con la Ley Federal, que si bien fue resistida en las calles por las comunidades educativas -recordemos que modificaba la histórica posición principal del Estado en materia educativa por una más bien subsidiaria- también ampliaba la obligatoriedad de la enseñanza.

Hay que decir que la cantidad importa, importan las muchedumbres, importa el pueblo. Importa que en la escuela, en los diferentes niveles de enseñanza, haya muchxs estudiantes. Y eso es un logro de la democracia

Siete3siete: Mencionás la Ley Federal, y hoy las concepciones neoliberales que la sustentaban nuevamente toman impulso en los debates educativos.

S. S.: En estos días, el neoliberalismo y la derecha extrema nos proponen que la educación deje de ser obligatoria y que a la escuela vaya el que quiere. Esta idea de que subsidiar la demanda va a generar mejores circuitos de calidad no es algo nada nuevo, la verdad que si alguien quiere imponerla como innovación podría traer una idea nueva, porque no hay idea más vieja que subsidiar a la demanda. Pero ante estas avanzadas, la sociedad contesta con más escuela, más horas, más obligatoriedad. Siempre ha pugnado por ello, resistiendo los momentos en que los gobiernos neoliberales han desacelerado y han desacumulado en términos de políticas educativas. Esa tradición histórica ha actuado presionando para que se logren cumplir esos objetivos que están en las leyes. Uno ve hoy que el avance de la tasa de cobertura en cada nivel es muy muy importante. Y que, por lo menos en los niveles obligatorios, o en los años que son obligatorios en nivel inicial, la tasa está muy cerca de la universalización. Lo que supone decir que todos los hijos e hijas de las familias de este país, no importa en qué perfil de ingresos se encuentren, tienen allí una escuela. Y que ahora sí van a poder pelear porque se aprenda más y se distribuya mejor el conocimiento. Porque no hay manera de distribuir más igualitariamente el conocimiento si allí no están todxs. Es decir, no podemos empezar a pensar de qué manera distribuimos el conocimiento si no logramos que efectivamente todxs lxs estudiantes estén allí. Y eso es un gran logro de estos 40 años.

Siete3siete: ¿Qué implica desde lo pedagógico que en la escuela estén todxs?

S. S.: Cuando todos y todas las estudiantes están en cada nivel, la pedagogía se tiene que interrogar de qué modo hace honor a ese espíritu democrático. Porque la educación es un derecho personal pero también es un derecho social. Y que estén todxs es, creo, el mayor aporte a la democracia; si están todas y todos podemos reconstruir un mundo común, tan necesario para una humanidad atravesada por los procesos de transformación contemporánea. El avance tan fenomenal de las culturas digitales de las redes lleva a nuevas formas de guetizarnos, de hacernos encontrar con lxs que son igual a nosotrxs, con lxs que piensan igual, con lxs que nunca nos van a dar un disgusto discursivo porque solo escuchamos a lxs que queremos escuchar.  Me parece que la sociedad, como sociedad democrática, debería volver a elegir a la escuela como ese lugar donde unx no solo se encuentra con alguien igual, también se encuentra con alguien que es algo distinto, para trabajar algo en común, para tener una conversación, unos saberes, unas experiencias en común. Esa es una exigencia democrática y es una exigencia que tiene la escuela.

No hay futuro en la especie humana sin un común. Por eso es necesario un debate acerca de cuáles son los mejores conocimientos que cada nivel de la enseñanza debe enseñar, con el objetivo de volver a reconstituir un común

Siete3siete: ¿Cuáles sería los desafíos para cumplir con esta exigencia democrática que tiene la escuela?

S. S.: Los desafíos son desafíos democráticos. Hay uno que particularmente me preocupa y es que nuestra pedagogía cada vez se predispone positivamente a enseñar a menos. Parece que cada vez tenemos que reducir más los grupos, hacer más pequeñas las clases. No estoy haciendo una apología del hacinamiento de lxs niñxs en las aulas, aceptando que por imperio de un modelo económico pongamos en un aula 70 pibxs.  No estoy hablando de eso. Sino que en el relato pedagógico aparece la idea de enseñar más personalizadamente, que hay que atender cada vez más a lo particular. Y eso puede hacer perder esa idea de la clase que hemos tenido, por lo menos las maestras como yo, formadas en el inicio de la democracia, de la clase como un colectivo. Cada vez la clase se va particularizando, que es una manera, me parece, de privarla de los intercambios con lo colectivo. La pedagogía nos tiene que ayudar a probar, a encontrar formas que nos permitan trabajar con colectivos más numerosos. Y abandonar de a poco, esas formas que piensan que los grupos tienen que ser muy pequeños para que funcionen bien. Lo necesitamos para un mundo común que necesita pensarse de muchos y de muchas. Pero, al mismo tiempo, otro desafío, también sustantivo, es cómo reconocer que las políticas de igualdad tienen que ver con distribuir y con reconocer a lxs otrxs. ¿Cómo reconocemos a todxs quienes forman parte hoy de nuestras escuelas?, sin que eso suponga el riesgo de fragmentar; sin que necesitemos escuelas distintas o circuitos diferenciales. Que esa tensión que siempre hay entre lo común y lo propio pueda resolverse con lo que es propio de las democracias: respeto. Respeto en tanto efectivamente todo tiene cabida. Necesitamos reconstruir un mundo común aunque nos cueste. Quizás éste no sea, políticamente, un buen momento para hacerlo. O sí. A veces se discuten cosas tan pequeñas que poner en el horizonte temas importantes puede ser que la sociedad también se exija un poco más en el pensamiento. Y en este sentido, creo, es que debemos revalidar, legitimar, los contenidos que la escuela enseña. Porque en estos tiempos de sospecha sobre lo público, también eso común generado sobre lo que hay que enseñar, es también puesto en duda. Esa legitimidad está muy horadada por los sectores conservadores. Un ejemplo bien sustantivo de este desconocimiento del Estado como legítimo espacio para definir los conocimientos a enseñar, han sido las resistencias que sigue teniendo la educación sexual integral. Es una ley, tiene unos contenidos a trabajar, y sin embargo campañas como “con mis hijos no” son una expresión de ciertas formas de discusión con el Estado acerca de qué se puede enseñar. Discusión sobre las facultades y capacidades del Estado, en tanto Estado democrático, de poner a disposición de todas y todos ciertos contenidos comunes. No hay futuro en la especie humana sin un común. Por eso es necesario un debate acerca de cuáles son los mejores conocimientos que cada nivel de la enseñanza debe enseñar, con el objetivo de volver a reconstituir un común. No es un tema de que discutamos técnicamente qué contenido de qué área incluimos, si es en un año o no. Es una discusión mucho más profunda, una discusión de cómo hacemos que las generaciones que vienen tengan esa experiencia común. Eso solo se hace democráticamente, cuando las comunidades, las familias, los maestros, estamos convencidos de que hay algo bueno para todas las hijas e hijos de este país, y no para algunxs. Es poner a disposición de todxs lo que ha quedado siempre preservado para una minoría. Y cuando digo minoría puede ser una minoría dominante o subalterna. Un ejemplo: las enseñanzas de las lenguas extranjeras, durante mucho tiempo, estuvieron reservadas a minorías y esa enseñanza se produjo fuera de la escuela, en circuitos privados y vinculada a la capacidad económica. Poner esos contenidos en la escuela supone dar una batalla por la democratización. Batalla que tiene que ir de la mano de que la escuela confíe en que lo puede enseñar. Porque hay que batallar también con la idea -que se traslada seguramente de los que no quieren que la escuela enseñe otros idiomas- de que “en la escuela no se aprende”. Podemos discutir de qué modo, cuáles, cuándo, pero no es lo mismo que la lengua extranjera esté en la escuela o que no esté. Y esto que digo sobre lenguas que habían sido capturadas por una minoría acomodada, también lo digo en relación a aquellas minorías subalternas cuyas lenguas pueden perderse y que está bien que la escuela difunda. Cuántas lenguas de nuestros pueblos originarios pueden perderse si no hay espacios, como la escuela, donde esa comunidad pueda difundirlos. Y no es solamente para su comunidad, sino para patrimonio del colectivo. La democratización supone ese doble proceso: quitarle a las minorías dominantes saberes que sirven para su solo y propio beneficio, y también recuperar saberes de otras minorías que enriquecen a las sociedades, las hacen más plurales, en definitiva más democráticas. Es poner a disposición de todxs lo que es común para seguir construyendo lo común. Esa es, para mí, la función más importante de la democracia. 

Silvia Storino. Profesora para la enseñanza primaria. Licenciada en Ciencias de la Educación. Ha ejercido funciones en el Ministerio de Educación de la Nación entre 2004-2015. Es profesora en la UNPAZ y en la actualidad ejerce el cargo de Vicerrectora.


[1] http://revistabordes.unpaz.edu.ar/lo-que-supimos-conseguir/