¿Cómo se conjuga la pasión por escribir Literatura -y haber publicado la primera novela el año pasado-, con el comprometido trabajo en Equipos de Orientación Escolar –en momentos tan complejos y de tanta problemática social-, y la decisión tomada en 2016 de militar en el Suteba para enfrentar a “un neoliberalismo sin careta, puro y duro”?
En diálogo con 737, Eugenio Yáñez, docente y sociólogo de San Isidro, plantea: “Todas esas cosas, de alguna forma, se convierten en insumo para pensar otros mundos posibles, otras formas donde la vida se puede expresar. El artista, para mí, está como insatisfecho con el mundo y eso es lo que le impone la necesidad de encontrar otro mundo donde ocurran otras cosas”.
737: ¿Cómo se da tu relación con la literatura?
Eugenio Yáñez Hace unos veinte años empecé a escribir. Eran textos, narraciones, difíciles de catalogar, que no tenían otra finalidad más que satisfacer esa pulsión, ese deseo de construir un objeto estético. No había sido un gran lector de chico. Empecé a leer más en mi etapa de universitario quizás como una manera de evadirme de esos contenidos más racionalistas más de carácter científico, que me gustaban pero que en algún punto me saturaban. La literatura es otro lenguaje y te conecta con cosas que funcionan de manera totalmente distinta.
En algún momento, ya recibido, ya trabajando, yo quería unir esos dos mundos, el de la sociología -que en ese momento desarrollaba no sólo desde la docencia sino también de otras formas- y el mundo de la literatura. Y comencé un Taller en el Centro Cultural Matienzo, con un escritor joven que a mí me gusta mucho, Ariel Idez. Ahí inicié un camino nuevo porque empecé a conocer a otras personas, algo que fue fundamental. La escritura pasó de ser algo solitario que yo hacía entre cuatro paredes, a ser una actividad que compartía con otros que me leían sistemáticamente semana a semana, y a quienes yo también leía. Y en eso fui encontrando algo nuevo
737: ¿Y así llegaste a tu primera novela?
E. Y.: Antes de la novela que publiqué el año pasado que se llama “Los que temen tu nombre”, tengo otro libro escrito que no está publicado y que surgió en el marco de mis estudios universitarios. Tuve que realizar una investigación, en el marco de un seminario que estaba haciendo, a una sanadora en el barrio de Caseros. Ahí empecé como a conectarme con otro mundo. Esta señora me pidió que yo escribiera su historia. Pero el producto de ese trabajo no le satisfizo. Ella esperaba algo más testimonial, casi religioso, y yo hice como una novela de no ficción. Ese libro que no publiqué fue mi entrada más seria a la literatura. No solo como un medio para satisfacer una pasión sino para decir algo que no estaba pudiendo decir de otra forma. En pandemia y de un tirón, escribí “Los que temen tu nombre” que toma mucho de la pandemia porque es una novela en clave gauchesca pero que incorpora el escenario de la pampa en un clima post apocalíptico. El protagonista es un gaucho y ha pasado algo: no hay nadie, los animales están muertos, los ranchos abandonados. Encuentra a otro personaje, un indio norteño, que también viene huyendo de no se sabe qué, de este apocalipsis que va avanzando, y juntos hacen la travesía hacia el sur en busca de algo que no sea tierra arrasada. Escribiéndola descubrí que tenía una afinidad interesante con cierta literatura norteamericana naturalista que yo había leído, sobre todo Hemingway. Yo no me daba cuenta de que cuando escribía expresaba algo de eso; una de las cosas lindas que tiene el compartir momentos con otras personas es que me dijeron que tenía que leer a Cormac McCarthy, que es un autor norteamericano contemporáneo, porque escribía parecido a él. Leí entonces algunas de sus obras y vi que mi novela tiene, por ejemplo, una gran afinidad con La carretera que es quizás su obra más conocida, y yo no la había leído. Esto me lleva a pensar cómo se filtran en el discurso determinadas cuestiones culturales que uno las absorbe de otras formas porque constituyen parte del acervo cultural de nuestra misma época.
Pasan muchas cosas en las escuelas; cuando uno las mira con una mirada literaria, son un mundo casi fantástico, donde hay personajes que parecen salidos de una novela
737: Si a los docentes nos costó reconocer que lo que hacemos es un trabajo, socialmente aún cuesta más pensar que una producción artística es un trabajo específico. ¿Cuál es el proceso de trabajo de escribir?
E. Y.: Obviamente, hay un inicio que tiene que ver con la inspiración. Pero es mínimo. Todo lo demás es trabajo, un trabajo casi artesanal, como el de un orfebre. Mi profesor, Ariel, tiene una frase: “lo primero que uno necesita es tiempo”. Porque todas las otras dimensiones de tu vida atentan contra la posibilidad de que vos escribas. Una vez que uno tiene una materia prima, una idea, un concepto y empieza a tirar de ese hilo y a escribir y a dejar que cobre vida, eso va adquiriendo alguna característica. Uno tiene que estar viendo qué está escribiendo: un cuento, una novela, un ensayo… Un cuento tiene como una estructura que hay que respetar, en cambio una novela es expansiva, empieza a crecer, a cobrar su propia vida. Uno empieza a escribir algo que surge de uno pero que en algún punto lo excede.
Una vez que uno tiene ese trabajo más o menos realizado empieza otro trabajo que es el de organizar lo que va escribiendo y va creciendo, darle una estructura. Y después de eso hay aún otro trabajo que es el de corregir todo lo que fue haciendo. Obviamente por naturaleza todo es imperfecto, no existe un punto de perfección, pero uno le va encontrando cuestiones técnicas; por ejemplo si escribe en un mismo renglón dos veces la misma palabra. Y hay cuestiones que tienen que ver con el estilo, con la cadencia, el tipo de palabra que utiliza, el largo de las oraciones. Por ahí aparece un personaje y después no se sabe bien para qué está allí, no cumple un sentido en la estructura de la obra. Hay que trabajar en un montón de cosas con mucha minuciosidad y que son muy importantes para el resultado final. En el medio de este proceso a mí me parece que es muy importante que otras personas vayan leyendo eso. Porque eso que para uno puede funcionar de alguna forma, para otro puede funcionar de manera totalmente distinta. Esa otra mirada siempre o casi siempre es enriquecedora aún cuando no cambiemos lo que hicimos.
Y hay otra cosa, que es que la obra de arte -en este caso la novela, el cuento, el libro- se termina de completar en la cabeza de quien está siendo testigo y consumiendo ese objeto estético. Motivo por el cual, Roland Barthes decía que una novela siempre debía dejar lugar a dudas, no debe estar totalmente acabada, cerrada, porque si está todo explicado el trabajo que le queda para hacer al lector es muy poco y no termina de disfrutar de ese objeto estético.
estamos en un momento de mucha complejidad, de mucha problemática social. En esta etapa de desarrollo del capitalismo y al mismo tiempo post pandémica hay muchas situaciones que son muy fuertes y que nos interpelan mucho
737:¿Cómo compatibilizás tú actividad artística con tu trabajo en un equipo de una escuela?
E. Y.: En términos operativos es difícil, sobre todo trabajando en un equipo de orientación escolar, porque estamos en un momento de mucha complejidad, de mucha problemática social. En esta etapa de desarrollo del capitalismo y al mismo tiempo post pandémica hay muchas situaciones que son muy fuertes y que nos interpelan mucho. Como al mismo tiempo estoy con militancia sindical me queda poco tiempo para la literatura. Pero por otro lado, todas esas cosas, de alguna forma, se convierten en insumo para pensar otros mundos posibles, otras formas donde la vida se puede expresar. El artista, para mí, está como insatisfecho con el mundo y eso es lo que le impone la necesidad de encontrar otro mundo donde ocurran otras cosas.
Pasan muchas cosas en las escuelas; cuando uno las mira con una mirada literaria, son un mundo casi fantástico, donde hay personajes que parecen salidos de una novela. Cuando ingresé al Equipo, yo venía de dar clases, donde la relación con la comunidad es totalmente distinta. Empecé a encontrarme casi a diario con historias que me daban ganas de sistematizarlas de una forma no profesional, no laboral. El ambiente de trabajo del equipo de orientación tiene mucho que ver con tejer relaciones con las familias, lxs docentes, lxs estudiantes, el equipo directivo; está como en el medio de este nudo y con todos tiene que tener un vínculo profundo, humano. Y tenés que darle tiempo a la construcción de ese vínculo; tiempo, por ejemplo, para que alguien te cuente algo que quizás no tiene que ver con lo pedagógico, pero que requiere de eso para que se destrabe algo, para que esa persona que viene con un malestar porque le está pasando tal o cual cosa, confíe en vos para después decirte lo que en realidad te quiere decir. Uno va descubriendo infinidad de historias de vida apasionantes. En una época tomaba apuntes, obviamente sin exponer a nadie, sin dar ningún nombre. Tenía la intención de empezar a hacer algo con eso.
Ser docente tiene algo de etnógrafx, se mete en una comunidad a la que no pertenece pero trata de incorporarse a ese lugar. Adquiere un punto de vista sobre todos los procesos que se están jugando ahí; las comunidades están llenas de rituales, es impresionante. Y como escritor creo que pasa lo mismo. Uno también necesita de la realidad todo el tiempo. Depende del tipo de literatura que uno haga, lógico, pero a mí que me gusta la literatura realista, siempre con algún contenido ligeramente esotérico o sobrenatural, estoy muy atento a la realidad.
Ser docente tiene algo de etnógrafx, se mete en una comunidad a la que no pertenece pero trata de incorporarse a ese lugar. Adquiere un punto de vista sobre todos los procesos que se están jugando ahí; las comunidades están llenas de rituales, es impresionante. Y como escritor creo que pasa lo mismo. Uno también necesita de la realidad todo el tiempo
737: ¿Y cómo legaste al Sindicato?
E. Y.: Yo me afilié, me sindicalicé, cuando el campo popular pierde las elecciones a fines de 2015. Hasta ese momento mi militancia pasaba por otro lado, pero a partir del advenimiento del neoliberalismo al poder político, con Mauricio Macri, un neoliberalismo sin careta, puro y duro, pensé en ese momento que yo necesitaba un ámbito en el cual insertarme políticamente a militar y que el ámbito iba a tener que ver con lo sindical. Que el sujeto político de la etapa iban a ser lxs trabajadorxs y lxs trabajadorxs organizadxs. Y que ese ámbito, siendo docente, tenía que ser el SUTEBA porque era el sindicato docente que ideológicamente me contenía; todo lo que tenía que ver con la tradición de la Celeste y con la lucha histórica de la CTERA. Tenía una compañera en la escuela que era delegada que me dijo de acercarme y no necesitó mucho para convencerme porque yo ya tenía la idea de que eso era lo que quería para mí en adelante. Y empecé a participar en sindicato, a tener cierta militancia. Eso fue creciendo y hoy, próximas las elecciones, integro la lista, en la Secretaría de Formación Política y Sindical. Somos parte de una nueva camada que viene a tomar la posta en San Isidro.
Eugenio Yáñez Francetic es sociólogo y docente egresado de la Universidad de Buenos Aires. Desde el año 2011 se desempeña dando clases y en Equipos de Orientación Escolar en diferentes escuelas de la zona norte del Gran Buenos Aires.
Se formó como escritor en talleres a cargo de Ariel Idez. En 2021 publicó Los que temen tu nombre a través del sello independiente Larría Ediciones. Además de su labor docente y su pasión por la escritura, Eugenio milita activamente en el SUTEBA de San Isidro. Co-conduce el ciclo radial Mayo en Movimiento.