En el noveno aniversario de la sanción de la Ley de Identidad de Género, el maestro Carlos Torres cuenta lo que significó “poder portar un DNI que tenga el nombre de como vos te sentís, del género con el que te identificás, con el que te auto-percibís”. Y habla del lugar de la escuela en la construcción de derechos.
«El motor de cambio es el amor. El amor ese que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y desprecios que sufrí, no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos».
Lohana Berkins
MIRANDO ATRÁS
El maestro Carlos Torres nació en Hurlingham y allí también empezó su historia. Más precisamente en la Escuela 26, donde titularizó por primera vez. Allí fue donde comenzó y llevó adelante su cambio de identidad de género, al calor de una Ley que le dio un marco a lo que le pasaba, entre abrazos y mates compañeros.
«Esto no es nada complicado, esto es sencillo», le dijeron cuando pidió ayuda para hacer «el trámite».
«Haber recibido el apoyo de mis compañerxs y del Sindicato me apuntaló mucho. No es fácil tomar esta decisión, no es fácil todo lo que viene después. La sociedad en la que vivimos es muy cruel, y aunque las leyes hayan avanzado un montón, muchas veces la gente no está a la altura de las leyes».
Así lo relata Carlos, que un segundo después aclara «obviamente las cosas no son como antes: poder portar un DNI que tenga el nombre de como vos te sentís, del género con el que te identificás, con el que te auto-percibís, cómo te llamas… eso es algo impresionante».
La sociedad en la que vivimos es muy cruel, y aunque las leyes hayan avanzado un montón, muchas veces la gente no está a la altura de las leyes
ESE FUI YO, QUE ARREMETÍ
«Así empecé y las cosas se fueron dando. Cuando uno toma una decisión, por añadidura se va dando el resto: las operaciones, el proceso de hormonización. Yo toda la vida me sentí un varón. Siempre fui ‘la maestra lesbiana’, la ‘marimacho’, porque era muy masculinizadx. Me pasó en la Primaria, en la Secundaria, en el Profesorado… en todos los lugares por los que transcurrí, porque siempre fui yo».
Es militante y lo fue toda su vida. Desde sus 20, viajaba a Capital para encontrarse con sus compañeras lesbianas, luchadoras por sus derechos. Sin redes sociales, el activismo era a base de encuentros, charlas, debates y participación junto a las diversidades. Así se comprometió políticamente: «Siempre estuve a favor del Gobierno que nos permitió plasmar nuestros nombres en los documentos, que nos permitió casarnos, que nos permitió ser, si se quiere, iguales al resto».
Hoy en día no se siente incluido dentro del movimiento feminista, aun habiéndolo vivido, habiendo participado de los ENM, acompañando a sus propias compañeras: «Las masculinidades no son todas iguales. La segregación dentro del movimiento a veces es muy fuerte. Lo cierto es que he dejado de ir a marchas, a espacios, y en realidad nadie sabe mi historia. Nadie sabe que nos hemos sacado la remera y nos hemos quedado en tetas en la calle para poder reclamar, acompañando el movimiento… porque yo me sentía parte. Me parece absurdo, porque para ser feminista no tenés que ser ‘mujer’. Y a muches compañeres también les pasa lo mismo, no se animan a hacer el cambio de identidad por el qué dirán, por el miedo a perder ese grupo de pertenencia».
Cuando entramos al aula yo quiero que vuelen, que les crezcan alas, que se vean capaces de todo lo que son. El problema está cuando lxs docentes no les permitimos verse a sí mismxs de esa manera
PORQUE VIVÍ, SIEMPRE VIVÍ
«Las personas trans somos sobrevivientes en cualquier ámbito, incluso somos sobrevivientes de nuestras propias familias, de la Escuela, de lxs Profesorxs, de nuestrxs propixs compañerxs. Cuando sos niñe sos muy vulnerable, te sentís mucho más expuestx, sentís que todes te miran porque no sos como el resto», así lo cuenta Carlos, haciendo especial énfasis en la necesidad de seguir transformando las cosas, sobre todo a partir de la ESI, que debe ser transversal a todas las áreas y en todos los niveles educativos.
«El aula tiene que ser un ambiente democrático, para que después lxs chicxs lo trasladen como ciudadanxs en todos los ámbitos de sus vidas. Las primeras formaciones son fundamentales, porque son las que te marcan. Hasta el día de hoy yo todavía me acuerdo de las señoritas malas», cuenta entre risas…
Risas que se transforman en fuerza: «Cuando entramos al aula yo quiero que vuelen, que les crezcan alas, que se vean capaces de todo lo que son. El problema está cuando lxs docentes no les permitimos verse a sí mismxs de esa manera. Crear un lugar para que eso suceda, un espacio de reflexión y de formación, tiene que ver con lo que te ha pasado en la vida, con qué tipo de personas querés formar para el mundo».
Cuando yo entraba en la Escuela me sentía seguro, resguardado, que podía jugar… era muy feliz. Por eso tomé la decisión de ser docente, porque entendí la importancia que tiene la escuela en la vida de un niñe. Es el mejor lugar para seguir de-construyendonos»
HASTA EL FINAL… A MI MANERA
«Cuando enseñamos estamos garantizando los derechos de les niñes, y el derecho de ser es fundamental. La escuela fue el único lugar que a mí me salvó la vida. Fue mi refugio, hasta de mi propia familia, no escatimo nada. Cuando yo entraba en la Escuela me sentía seguro, resguardado, que podía jugar… era muy feliz. Por eso tomé la decisión de ser docente, porque entendí la importancia que tiene la escuela en la vida de un niñe. Es el mejor lugar para seguir de-construyendonos».
Carlos es maestro en las aulas y en las calles. Con su vida, con sus palabras, con su ejemplo da cátedra y le enseña a cada unx que se tome el ratito de escucharlo, de darle lugar, que podemos y debemos ser quienes somos.
«Muchas veces me dicen que no hace falta que aclare que soy una varón trans. Pero yo no lo hago por mí. La visibilización nos permite y nos permitió cada conquista social. La lucha de cada compañere que ya no está nos hizo estar donde estamos hoy, porque todes fuimos perseguides, a todes nos echaron a patadas en el culo de algún lugar por decir quiénes éramos.
Por eso necesitamos seguir gritando quienes somos, seguir levantando nuestras banderas, besándonos en las calles. Siguen siendo muchos los costos que pagamos las diversidades…. Entonces, ¿cómo seguir no visibilizando?».