ALIMENTOS SOBERANOS

Reportaje a Martín Garo

1943

Martin Garo, docente en la carrera de Economía social y solidaria, habla de la importancia de generar circuitos de comercialización más justos y solidarios. Y plantea la necesidad de crear conciencia sobre la dimensión política del consumo.

“Pensamos el alimento como derecho humano fundamental. Por eso nos abocamos a la construcción de alternativas de circuitos económicos donde el alimento no se vea envuelto en lógicas especulativas sino que sea un alimento saludable que como derecho toda persona tenga posibilidades de acceder”.

Martin Garo, docente en la carrera de Economía social y solidaria de la Universidad Nacional de Quilmes, forma parte de la Incubadora de Economía, Mercado y Finanzas de esa institución, Programa que viene acompañando experiencias de economía alternativa entre las que se encuentra Mercado Territorial, de la cual Martín es responsable.

“Mercado Territorial es un dispositivo de intermediación solidaria, lo que llamamos circuito corto, que se propone acercar a lxs consumidorxs alimentos saludables –alimentos soberanos los denominamos- y a la vez generar circuitos de comercialización que le permitan a lxs productorxs acceder a mercados más justos, más solidarios. La propuesta es organizarse a través del consumo. Funciona en nodos de consumo que son grupos de personas que en un barrio deciden organizarse para comprar en conjunto productos de la economía social y directo de productores”.

Lo que buscamos desde esta iniciativa no es solo que lxs productorxs puedan comercializar sus productos en este tipo de canales -que obviamente son una alternativa más viable que la del mercado convencional- sino que también permita una organización del consumo”

Casi 3500 familias participan actualmente en unos 120 nodos. Cada nodo hace el pedido a Mercado Territorial que luego entrega los productos en un lugar y el nodo se organiza y hace la entrega final.

“Se trata de unir estas dos instancias, la de producción y la de consumo, a través de una intermediación solidaria. Porque la intermediación desde el marco mercantilista, capitalista, se plantea como una intermediación a la cual se le saca provecho: pagar lo menos posible a lxs productorxs -y sin importar en qué condiciones se produjo eso que se está ofreciendo- y que lxs consumidorxs  paguen lo más que puedan. Lo que buscamos desde esta iniciativa no es solo que lxs productorxs puedan comercializar sus productos en este tipo de canales -que obviamente son una alternativa más viable que la del mercado convencional- sino que también permita una organización del consumo”.

Pero la propuesta no queda ahí.

“Hay todo un trasfondo de reflexión, de problematización del consumo. El nodo cumple un rol pedagógico haciendo conocer cómo se produce el alimento que llega a cada familia.  Es una manera de poder reconstruir ese vínculo que el capitalismo rompe cuando separa a quien consume de quienes producen. Es poder recuperar esas realidades que han quedado alejadas de las ciudades, poder entenderse, poder vincularse y poder intercambiar desde otras lógicas.  Es poder acceder a más soberanía. Nosotros adherimos al concepto de soberanía alimentaria planteado por Vía Campesina”.

La Vía Campesina, coalición internacional fundada en abril de 1992, está compuesta hoy por unas 180 organizaciones que nuclean a más de 200 millones de campesinas y campesinos en alrededor de 81 países. La conforman agricultorxs pequeños y medianos, sin tierra, jóvenes y mujeres rurales, indígenas, migrantes y trabajadorxs agrícolas de todo el mundo que defienden una agricultura y sostenible. En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, La Vía Campesina lanzó el concepto de la soberanía alimentaria sobre el que habla Martín.

la soberanía alimentaria Plantea el derecho de los pueblos de producir y alimentarse de acuerdo a sus patrones culturales, identitarios;  el alimento como algo soberano y el acceso al alimento saludable como un derecho

Plantea el derecho de los pueblos de producir y alimentarse de acuerdo a sus patrones culturales, identitarios;  el alimento como algo soberano y el acceso al alimento saludable como un derecho. Es la posibilidad de los pueblos de decidir qué producir y qué consumir sin que eso esté puesto en una lógica de especulación y de ganancia. Sacarlo de una lógica donde el alimento pasa a una dimensión de negocio y las decisiones que se toman sobre cómo se produce y cómo se accede a ese alimento queda en un reducido grupo. Cuando el alimento entra dentro de esas lógicas lo que ocurre, por ejemplo, es que se produzca con agroquímicos porque lo importante son las cantidades y bajar los costos de producción. Que se produzca con menos mano de obra y con más tecnología garantiza al gran productor de escala lograr menor costo de producción y mayor ganancia, porque no es que ese menor costo de producción lo refleja en los precios sino que lo hace acumular más.

Otro ejemplo, es cómo desde las lógicas mercantilistas se desarrollan alimentos ultraprocesados que tienen mucho contenido proteico sin los nutrientes que debería tener un alimento que le haga bien a las personas. Son “alimentos basura” – golosinas, galletitas, papas fritas, chicitos- que vienen en paquetes muy lindos, muy coloridos pero están elaborados a base de harinas y grasas que no aportan nada. Detrás hay una publicidad que convence, que habla de otras cosas y no de lo que el alimento genera. Por eso ahora se han logrado leyes mundiales donde establecen que tienen que decir exactamente de qué están compuestos.

Cuando lo que importa es acumular riquezas, que la gente se enferme o muera por el alimento que una empresa ofrece o el daño ambiental que pueda generar a partir de una determinada forma de producción o de extraer algún tipo de material de la naturaleza, eso pasa a un segundo plano”.

La posibilidad de organizarse con otros para tener alimentos saludables y que eso implique un paso más en la construcción de derechos y de soberanía, es para Martín un tema también a ser abordado desde la educación.

Cuando lo que importa es acumular riquezas, que la gente se enferme o muera por el alimento que una empresa ofrece o el daño ambiental que pueda generar a partir de una determinada forma de producción o de extraer algún tipo de material de la naturaleza, eso pasa a un segundo plano

“Hace  falta crear conciencia sobre la necesidad de sacar el alimento de los circuitos especulativos y volcarlo a los circuitos solidarios alternativos que buscan una comercialización más justa: un pago digno a lxs productorxs por el trabajo que aportan y un precio justo a lxs consumidorxs por el alimento que compran. Incorporar al consumo en una dimensión política. ¿Qué pasa cuando yo pongo el fruto de mi trabajo, mi salario, a disposición de una determinada empresa porque consumo determinado producto y de ese modo reproduzco toda esa lógica?  Tengo que poderme cuestionar si atrás de determinado producto hay trabajo de superexplotación, o trabajo infantil, o puede tener un montón de agroquímicos. Hay que pensar la dimensión política del consumo, empezar a entender el consumo de otra manera. Cómo yo, desde el consumo, también puedo generar alternativas y poner a rodar otras formas de construir la economía. Por eso necesitamos una economía basada en la sostenibilidad de la vida; de la vida de las personas y de la naturaleza como parte de la vida. La naturaleza es la vida misma y sin ella mujeres y hombres no podrían sostenerse. Es un cambio que el mundo necesita cada vez con más fuerza”.

Información sobre los Nodos

Canal de YouTube de Mercado Territorial

Martin Garo es Licenciado en Trabajo Social de la Universidad Nacional de San Martín. Se desempeña como Profesor en la Universidad Nacional de Quilmes en el Departamento de Economía y Administración. Investigador en el proyecto “Fortalecimiento de circuitos socioeconómicos alimentarios, para la atención de la emergencia alimentaria ante el COVID-19 en el Partido de Quilmes y aledaños”. Integrante de la Incubadora Universitaria de Economía, Mercados y Finanzas Solidarias de la UNQ. Integrante de equipos de investigación y extensión  vinculados  al Observatorio del Sur de la Economía Social y Solidaria “CREES” de la UNQ,