EDIFICIO CERRADO, ESCUELA ABIERTA

Escuelas, familias y coronavirus

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Especialmente para Siete3Siete, Luciana Ballestero reflexiona sobre las oportunidades y obstáculos que la situación de ASPO representa para las escuelas y las familias. Abre un necesario debate acerca de las prácticas de enseñanza en estos tiempos de pandemia.

Cuarentena

La llegada del aislamiento social preventivo obligatorio que canceló las clases presenciales puso en vilo a la totalidad de la comunidad educativa en torno a la concreción del derecho a la educación de todas y todos los que formamos parte del sistema en su amplia diversidad de roles, funciones y, claro está, territorios.

En el afán de dar cumplimiento a la continuidad pedagógica, el sistema puso en marcha todas las estrategias posibles para que los niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos tuvieran acceso a las propuestas elaboradas por los propios docentes y las autoridades ministeriales, que tanto a nivel nacional como provincial, produjeron material impreso para distribuir, además de ofrecer programación específica, tanto en la televisión pública como en la radio nacional, a modo de soporte para abordar lo que les llegaba a los estudiantes en formato papel a través de las escuelas.

Desde el primer momento, docentes y familias salieron a poner el pecho a la situación con todas las herramientas disponibles, mostrando un compromiso incondicional con la educación, pero por sobre todas las cosas, sellando el pacto de confianza entre las comunidades y las escuelas, tan manoseada en los últimos años por las políticas públicas del gobierno anterior y algunos medios de comunicación afines.

Docentes “multitask”

Las y los docentes, realizaron un esfuerzo adicional para capacitarse en la utilización de nuevos recursos tecnológicos con la inmediatez que demandó la situación. Esta simultaneidad de acción conlleva la dedicación de una importante cantidad de horas extras para la producción de materiales audiovisuales, a la vez que se aprende a utilizarlos; para navegar por internet en la búsqueda de recursos didácticos que se ajusten a las necesidades de su grupo; para cumplir con las demandas de relevamientos de datos y otros insumos requeridos por las autoridades para dar respuestas a otras necesidades igualmente importantes, como es el caso de la alimentación. Todos estos factores modificaron drásticamente las jornadas laborales docentes, atravesadas al mismo tiempo, por las demandas familiares.

docentes y familias salieron a poner el pecho a la situación con todas las herramientas disponibles, mostrando un compromiso incondicional con la educación,(…) sellando el pacto de confianza entre las comunidades y las escuelas, tan manoseada en los últimos años por las políticas públicas del gobierno anterior y algunos medios de comunicación afines

Familias en peligro

Por el lado de las familias, la ruptura de las rutinas laborales propias y la de las escolares de las y los niños, adolescentes y jóvenes que conviven en el hogar demandó la reorganización de la vida doméstica. En algunos casos, la permanencia de estudiantes en la casa dificultó el acceso al trabajo de los mayores, pertenecientes al grupo de los llamados “trabajadores esenciales”.

Para quienes pudieron cumplir el confinamiento, los problemas que surgieron fueron otros. En el mejor de los casos, y dependiendo del grado de autonomía, cada cual con su dispositivo o pc pudo acceder a los materiales enviados por sus docentes. Sin embargo, resultó necesario el acompañamiento de algún adulto de la familia para la resolución de las tareas propuestas, lo que en algunas ocasiones también generó “ruidos” en la comunicación debido a las diferencias experienciales entre generaciones educadas en épocas muy distintas. Al menos por ahora, el ideal de la educación de niñas y niños de manera exclusivamente virtual muestra suficientes falencias como para no considerarla una alternativa sostenible sin una buena cantidad de ajustes, transformaciones y replanteos que incluyen el diseño de nuevos roles y funciones.

Los hogares que cuentan con un solo dispositivo para tres o cuatros estudiantes, se organizaron “por turnos” para su uso y eso multiplicó la necesidad de horas de acompañamiento por parte de adultos por cada estudiante de la casa que, inevitablemente incluyen interrupciones varias: demandas de otros/as hijo/as, tareas domésticas, empleo, etc.

El proceso se da sin estar en un entorno adecuado ni formar parte de una “comunidad de aprendizaje”, donde se pueda aprender de y con otras y otros que se encuentran trabajando en lo mismo en un tiempo más o menos simultáneo, y sin la conducción de una o un profesional con la formación y las herramientas para facilitar y traccionar, desde los conocimientos disponibles, la apropiación y construcción colectiva de nuevos saberes.

Otro inconveniente fue el de la conectividad. Una conexión intermitente o nula que no permite la descarga de los materiales enviados o, sencillamente, limitada a la capacidad de compra o crédito de los “datos” requeridos.

Para completar la complejidad de la situación, muchos de los que acompañan las trayectorias educativas de las y los estudiantes carecen de las herramientas suficientes para hacerlo por falta de formación básica (muchos no finalizaron sus estudios primarios y algunos no están alfabetizados).

Educación mediada

Así como se impuso la tecnología en la educación, cansada de pedir permiso, la realidad dio cuenta de que si queremos llegar a todos nuestros estudiantes sin multiplicar el estrés, debemos reformular los modos, los medios y, sobre todo, la cantidad de actividades que se les demanda.

Este andar y desandar en lo que Flavia Terigi ilustró muy bien como “aprendizaje en casa comandado por la escuela[1], permitió que salieran a la luz algunas cuestiones naturalizadas que invitan a reflexionar sobre las prácticas asincrónicas, a la distancia y mediadas por otros adultos, como las que estamos obligados a atender por estos tiempos. Asimismo, nos enfrenta a la necesidad de repensar la utilidad de algunas rutinas escolares, redefinir los contenidos y las formas en las que queremos producir, reproducir y transmitir cultura, proponer nuevas formas de evaluación y calificación.

no se trata de transferir a la virtualidad las clases tradicionales, si no mas bien repensar la práctica.(…) Tenemos la valiosa oportunidad de diseñar colaborativamente con otros aquellos propuestas de aprendizajes mas potentes para nuestros estudiantes, que los entusiasmen, los inspiren y los pongan en diálogo con sus pares.

Dos meses de cuarentena fortalecieron los vínculos entre las escuelas y las familias, pero al interior de unas y de otras éstos están siendo claramente afectados. Desde niños que no consiguen involucrarse como lo harían en las aulas, pasando por madres, padres o tutores que se ven obligados a oficiar de docentes sin herramientas y “enseñan” mediante la coerción hasta docentes que, siendo también progenitores no pueden cumplir con las demandas de ambos roles simultáneamente.

Hoy, cobra relevancia la perspectiva pedagógica centrada en la transmisión de la cultura. Al comienzo del aislamiento, escuelas y familias se centraron en enviar y recibir gran cantidad de contenidos, apelando a cuánto recurso se encontrara disponible. Al poco tiempo el cansancio de las familias, docentes y estudiantes dejó ver otra cuestión de la que tomar nota: no se trata de transferir a la virtualidad las clases tradicionales, si no mas bien repensar la práctica. Mediada por la tecnología o presencial, acumular gran cantidad de tareas no es sinónimo de aprender más. Tenemos la valiosa oportunidad de diseñar colaborativamente con otros aquellos propuestas de aprendizajes mas potentes para nuestros estudiantes, que los entusiasmen, los inspiren y los pongan en diálogo con sus pares.

La escuela del día después

Urge por tanto, diferenciar cantidad de calidad, priorizar contenidos, sostener a los padres y madres para que puedan acompañar en formas más relajadas, que les permitan concretar las actividades sin alterar el vínculo con las niñas y niños. Es imprescindible que los adultos, independientemente de los roles que tenemos, podamos transmitirles la confianza y seguridad de que esta situación, como tantas otras, pasará, que ya habrá tiempo para recuperar contenidos, que volveremos a estar juntos y seremos mejores para que la escuela siga siendo ese lugar en el que queremos estar, en el que está permitido soñar, en el que la transformación del mundo es puesta en práctica por todos y cada uno… En el que juntos, construimos otros futuros posibles.

Luciana Ballestero es Maestra de Educación General Básica y Prof. de Educación Inicial. Directora de la EP17, Tigre, Islas. Coordina el Área Educación de la Asociación Vientos del Sur.


[1] Charla virtual ofrecida por SUTEBA en el marco de la pandemia. Ver https://www.youtube.com/watch?v=Hpl-QhkIVOI