En este artículo, Nati y Jonatan ponen el dedo en la llaga de las masculinidades hegemónicas para mostrar sus vulnerabilidades y aportar voces diversas que buscan construir una cultura mas igualitaria.
«Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia»
Simone de Beauvoir
El mundo necesita ser deshecho y hacerse de nuevo.
Este mundo en el que prima una cultura patriarcal, machista, androcentrista, blanca, católica, cis y heterosexual necesita ser deshecho porque la contra-hegemonía lo está haciendo de nuevo.
Esa misma cultura, que somete a las mujeres y disidencias, también exalta un tipo de masculinidad sobre muchas otras posibles. Los cambios en relación a cómo es visto el género modifican las masculinidades y determinan las diversas personalidades.
Sin embargo, los varones tienen resistencias a pensarse como sujetos atravesados por el género. Pero la masculinidad normativa que los obliga (a ellos también) a ser algo que no son, a fuerza de militancia y diálogos cotidianos, se resquebraja día a día.
Las nuevas masculinidades llegaron para quedarse, porque a la masculinidad normativa no tenemos que volver nunca más.
SOY EL QUE NUNCA APRENDIÓ
La idea de “lo femenino” se construye continuamente, más aún ahora con los grandes cambios que nos atraviesan. ¿Y la idea de “lo masculino”?
Hegemónicamente, seguimos escuchando, como parte del discurso machista y patriarcal que se sigue nombrando como ‘natural’, que un hombre no puede tener sentimientos “femeninos”: no puede llorar, abrazar, acompañar, maternar, ser sensible, besar a otro hombre. Además, con la categoría de “masculinidad” se obliga al hombre a proteger, a cuidar, a tener éxito, a tener razón, a dominar, a correr riesgos.
Como hay jerarquías de hombres sobre mujeres, también las hay de hombres sobre otros hombres: cis, heterosexuales, blancos, personas de mediana edad con cuerpos hegemónicos generalmente salen ganando sobre los no nombrados. “El hombre que no pase cualquiera de estos requisitos se verá a sí mismo como devaluado, incompleto e inferior. El machismo es una consecuencia psicológica de esta sensación”, describe Michael Kimmel en el Programa de Hombres por la Igualdad.
Como hay jerarquías de hombres sobre mujeres, también las hay de hombres sobre otros hombres: cis, heterosexuales, blancos, personas de mediana edad con cuerpos hegemónicos generalmente salen ganando sobre los no nombrados.
Entonces, ¿se pueden construir otras maneras de habitar la masculinidad que no estén ligadas a formas de violencia y humillación?
¿QUÉ VES CUANDO ME VES?
Los adolescentes y jóvenes varones heterosexuales, junto a sus compañeras y compañerxs, dialogan de manera cotidiana y conflictiva con el cuestionamiento de los mandatos de masculinidad dominante vigentes en nuestra sociedad.
La masculinidad se practica, se demuestra, se reconoce y se consolida en los grupos de pares. Pero… ¿qué hacen esos varones ante la identificación de prácticas machistas propias y de su entorno? ¿Por qué los hombres siguen teniendo complicidad en las formas de violencia? ¿El violento siempre es el otro?
El mundo está pensado en clave masculina, pero que los privilegios no nos tapen el bosque. ¿Cuántos varones logran cumplir realmente los mandatos de la masculinidad hegemónica?
La Escuela y la Educación Sexual Integral tienen un papel fundamental en este camino de deconstrucción. Igualmente, las elecciones cotidianas cada vez marcan más la diferencia: si hablamos de diversas formas de vivir las masculinidades y femeneidades, ¿cómo sostenemos, por ejemplo, una clase de Educación Física dividida entre «varones» y «mujeres»?
EL ASCO QUE DA TU SOCIEDAD
Tenemos sobradas muestras de que no podemos pensarnos dentro de la categoría sexo-género sin incluir clase y raza.
El mundo está pensado en clave masculina, pero que los privilegios no nos tapen el bosque. ¿Cuántos varones logran cumplir realmente los mandatos de la masculinidad hegemónica?
No se pueden pensar las cuestiones de géneros y en este caso las nuevas masculinidades sin tener en cuenta los factores raciales, sociales, económicos, etáreos, religiosos y de elección sexual, entre otros.Necesitamos pensarnos a partir de todas estas aristas que nos entrecruzan y nos interpelan desde la interseccionalidad.
Y también necesitamos reconocernos, individual y colectivamente, dentro de las violencias que nos tocan pero también dentro de los privilegios que nos contienen.
SUCIO Y DESPROLIJO
Pensarnos por fuera de los márgenes hegemónicos es doloroso, incómodo, cansador. Pero formar parte de lo que denominan “normal o natural” es un oprobio. No se nace hombre, uno se convierte en “hombre”; las masculinidades se conforman según una construcción cultural.
Para que los hombres sean “buenos padres” no basta con motivación, también se requieren políticas adecuadas, como las licencias de paternidad.
Pensarnos por fuera de los márgenes hegemónicos es doloroso, incómodo, cansador. Pero formar parte de lo que denominan “normal o natural” es un oprobio. No se nace hombre, uno se convierte en “hombre”; las masculinidades se conforman según una construcción cultural.
Para que los varones puedan acercarse en la Escuela a las áreas sociales o artísticas, debemos dejar de reproducir estereotipos que los vinculen casi directamente con lo fálico, lo digital, lo matemático.
Para ver más hombres en los consultorios médicos y que disminuya su tasa de suicidio tienen que saber que ellos también tienen permiso a sentirse mal, a ser vulnerables, a pasar momentos difíciles, a auto-cuidarse.
Estas y otras luchas ponen a los hombres como protagonistas en las conquistas de sus derechos, de sus nuevas masculinidades. Y son necesarias para desarmar el sistema machista que oprime a mujeres y disidencias pero que también los oprime a ellos mismos.
Es necesario desarmarse para poder armarse, para poder jugar, para poder ser. No queda otra que ponerse en juego.
Hacia allí vamos: en el camino de construir nuevas masculinidades no sexistas, libres y diversas.