La pandemia y el ASPO pusieron en relieve viejos debates con una fuerza inusitada: cómo enseñar y evaluar, el sostenimiento de las trayectorias educativas, la llegada a toda la comunidad. Desde su puesto de Directora de una escuela secundaria rural, Mariana Galarza nos cuenta cómo el equipo docente piensa y actúa con la mira puesta en el regreso a las aulas.
“Todo lo que desarrollamos desde lo curricular y desde los distintos momentos y actividades pedagógicas que vamos proponiendo para nuestra escuela, lo hacemos con este único objetivo: pensando en la vuelta. ¿Para qué nos sirve esto?, ¿por qué lo hacemos?, ¿para qué les va a servir a ellos?, ¿qué retomamos de acá?. Siempre es por el día que regresemos”.
Mariana es Directora de la ES 4 de la localidad rural de Villa Ruiz, a unos 28 km de la planta urbana de San Andrés de Giles. Es una escuela secundaria rural conformada, obligatoria, de 6 años, orientada en Artes Visuales. Asisten 113 alumnos, matrícula interesante para una localidad rural, pero también es elegida por jóvenes de localidades próximas como Carlos Keen o del partido de Lujan.
“Quizás tiene que ver con la orientación o con la propuesta pedagógica, pero nos hace muy felices que sea una escuela a la que nuestros jóvenes asistan no solo porque es la única oferta que tienen, sino por lo que en ella ocurre. Y esto nos compromete a seguir trabajando nuestra oferta pedagógica cada día”.
“Todo lo que desarrollamos desde lo curricular y desde los distintos momentos y actividades pedagógicas que vamos proponiendo para nuestra escuela, lo hacemos con este único objetivo: pensando en la vuelta. ¿Para qué nos sirve esto?, ¿por qué lo hacemos?, ¿para qué les va a servir a ellos?, ¿qué retomamos de acá?. Siempre es por el día que regresemos”.
Con 23 años de antigüedad en la docencia, Mariana hizo en esta escuela su primera suplencia y hace 20 que trabaja ahí. Fue profesora, preceptora por 10 años -“cargo que amo profundamente, es fundamental ese puesto de trabajo en secundaria, es central para la conducción y el gobierno de la escuela”– y desde 2011 es directora titular.
En medio de la pandemia, en junio, consiguieron algo que venían solicitando hace años: la apertura de un turno vespertino.
“Se nos desgranaba la matricula en el ciclo superior, porque nuestros estudiantes, entre los grandes problemas que tienen, es que llega un momento del año en que necesitan salir a laburar, o ayudar en el sostenimiento de la economía familiar. Al no tener otra oferta, terminaban dejando. Hicimos un proyecto para un curso pluriaño del ciclo superior y este año lo conseguimos”.
Otra situación que tuvieron que encarar, como sucede en tantas escuelas, era tener entre sus alumnas muchas mamás.
“Venían con sus bebés, que estaban en las aulas con ellas o en la preceptoría, y así podían seguir estando en la escuela. Pero no eran las mejores condiciones para que ellas aprendieran, ni para sus hijos e hijas. Empezamos a tener demasiados bebés y hace 5 años concretamos el proyecto de sala maternal. Tenemos 8 bebés de entre 45 días y 2 años. La sala está adentro, entonces pueden salir durante el recreo, pueden amamantarlos, y articula con distintos proyectos con toda la escuela. Las mamás pueden estar aprendiendo como merecen y sus hijos están cuidados y aprendiendo también como se lo merecen”.
Este año, como les pasó a todos, los distintos proyectos que venían preparando desde inicios de febrero se frenaron en seco por la cuarentena.
“Al comienzo creímos que iba a ser por un lapso breve. Somos una escuela rural que está preparada para trabajar en continuidad pedagógica por distintos tipos de contingencias que se dan en el ámbito rural. Entonces lo primero que hicimos fue ir a nuestro plan de continuidad. Pero pronto nos dimos cuenta de que no iba a ser viable por varias cuestiones. Una es que en secundaria hay cursos que tienen 11, 12, 13 materias, cada joven no podía estar recibiendo 13 trabajos para hacer desde la casa, sin acompañamiento. Otra, el momento del año en que esto ocurría, pensemos en alumnos de primer año, que vienen con la cultura de la primaria, su autonomía para realizar esos trabajos aún no estaba desarrollada. Y muchos cursos ni siquiera le conocieron la cara a los docentes que eran nuevos. Docentes que tampoco conocían a los alumnos y era muy difícil proyectar trabajos cuando no conocés al que tenés enfrente. Urgentemente comenzamos a reunirnos de manera virtual para organizar nuestra escuela. Definir en esta etapa qué vamos a enseñar, por qué vamos a enseñar eso, cómo lo vamos a enseñar y cómo vamos a garantizar que esto que consideramos que deben aprender, para ellos sea importante aprenderlo. Porque por ahí ellos no están pensando lo mismo”.
Trabajando de manera colegiada organizaron proyectos interdisciplinarios. Los alumnos no recibían ya 13 trabajos, sino 2 por curso donde estaban desarrolladas las distintas materias. Los cambios, sin embargo, no resultaron como esperaban.
“No distinguían dónde estaba la tarea de geografía o de química de carbono. Para nosotros significaba que estábamos haciendo las cosas bien, porque un trabajo interdisciplinario no tiene que ser el corte y pegue del tema, sino un tema abordado de manera tal que no se note esa diferenciación de cada una de las materias. Pero los alumnos se vieron muy sorprendidos y sé, porque lo expresaron, que no les gustó. O no lo entendieron. No nos dimos el tiempo para explicarles por qué cambiábamos la manera de trabajar y nos costó semanas de discusión con ellos. Tampoco fue buena la forma de trasladarlo a las familias. Para muchas, que lxs pibes pasaran a hacer 2 trabajos… no les cayó simpático. Lo que pasa es que nuestra comunicación con ellos es muy fluctuante. No se pasa automáticamente de la presencialidad a la virtualidad, porque lo virtual, para nosotros, es solo para un pequeño sector de nuestros estudiantes. Entonces empezamos a construir otras maneras de llegar con nuestra continuidad pedagógica”.
La utilización de los cuadernillos que mandan Nación y Provincia, adaptados a los contenidos y proyectos que estaban preparando para sus alumnos en su contexto; el aprovechamiento del momento de repartir los bolsones de alimentos, que se hace quincenalmente, para entregar las actividades que los profes preparan para cada curso; el acercarse con esos materiales a los domicilios de los que no retiran los bolsones; y en el caso de los alumnos que tienen proyecto de inclusión con escuela especial, acercarse las integrantes del equipo de OE a sus domicilios para, con todos los recaudos, brindar un apoyo más presencial; fueron todas estrategias para llegar con la continuidad pedagógica.
“Tengo que reconocer que si bien son los menos, tenemos un sector con los que no llegamos con la continuidad. Y son distintas las variables por las que no llegamos. Hay una, que a nosotros nos preocupa, que es aquel estudiante que definió no querer ser estudiante a distancia, que si bien tiene la posibilidad para llegar al contenido, elige no trabajar de esta manera. Tenemos un número de estudiantes que eligieron que así no quieren estudiar. Quizás pueden ser alumnos que estando en condiciones normales en toda su trayectoria, los pudiéramos perder en algún momento. No lo sabemos. Pero hoy es la realidad que atraviesan. Entonces pensamos, cuando estemos de vuelta en la escuela, ¿cuál es el escenario que nos vamos a encontrar? En eso ya estamos trabajando, porque creemos que nos vamos a encontrar con una desigualdad, que si bien siempre existió, la pandemia hizo que se profundizara. Tendremos alumnos que tuvieron acceso al conocimiento, otros que tuvieron acceso a medias -que les faltó un poco para lograr el aprendizaje- y aquellos que no tuvieron acceso al conocimiento”.
Pensamos, cuando estemos de vuelta en la escuela, ¿cuál es el escenario que nos vamos a encontrar? En eso ya estamos trabajando, porque creemos que nos vamos a encontrar con una desigualdad, que si bien siempre existió, la pandemia hizo que se profundizara.
El tema de la evaluación, que tanta tensión ha generado en el nivel, por supuesto estuvo presente en los debates y en las propuestas.
“Ante el inminente cierre de un primer trimestre, ¡en secundaria son tan importantes los cierres de trimestre!, nosotros dijimos, bueno, tenemos que pensar instrumentos de evaluación que construyan un diálogo con el fin de establecer si nuestras decisiones pedagógicas, didácticas, brindaron una mejora en la trayectoria de los estudiantes. Fue prioritaria la elaboración de herramientas que nos permitieran establecer distintas relaciones entre los procesos de enseñanza que fuimos construyendo durante estos tiempos. Estas prácticas asociadas a los aprendizajes de nuestros estudiantes, las condiciones en las que se dieron, si estos aprendizajes cobraron sentido, si las estrategias e intervenciones permitieron avances. Para nosotros resulta crucial que el proceso de evaluación no resulte descontextualizado de la situación de enseñanza, de cómo se organiza la enseñanza. Definimos no evaluar al cierre de un período, sino evaluar un proceso. Si bien es un tema que veníamos trabajando, recién pudimos avanzar en esto de entender la evaluación como proceso de enseñanza y de retroalimentación, gracias a la pandemia, por decirlo de alguna manera”.
Como a todos, la pandemia y la suspensión de la presencialidad los sorprendió cuando recién se iniciaba el ciclo lectivo. Pero no los paralizó.
“Veníamos desde inicios de febrero pensando en un proyecto institucional, discutiendo de hacia dónde íbamos a ir este año, planificando -con las evaluaciones del ciclo anterior- distintos proyectos. Habíamos trabajado mucho con el plantel docente… y la cuarentena fue como una frenada en seco para todos. Nos tuvimos que reacomodar pero siempre pensando en cuando estemos de vuelta en la escuela, siempre preguntándonos y tratándonos de imaginar el escenario que nos vamos a encontrar. En eso ya estamos trabajando”.
Mariana Galarza es Secretaria Gremial de Educación Secundaria de SUTEBA