NUEVO TANGO: MILITANTE Y FEMINISTA

Entrevista con Bárbara Grabinski

1795

Bárbara Grabinski nos cuenta su experiencia como cantora y profe de tango, el ambiente tanguero, las luchas que dan como colectivo dentro de la música popular, y cómo se aborda hoy día la simbología machista que encarnaba tradicionalmente el tango.

737: ¿Cómo fue que llegaste al mundo del tango y cuándo empezaste a cantar?

Bárbara Grabinski: Desde chica, en mi casa era bastante común escuchar tango, porque mis abuelos – inmigrantes polacos – llegaron a Buenos Aires en el 33, o sea que la banda de sonido -el “behind the scene” de Buenos Aires- era el tango. Empezaba a ser bastante popular, con las últimas orquestas del 30 y se venía una época de oro del tango – que son los 40 -, después de la popularidad que dejó Gardel. Entonces en mi casa había una influencia absolutamente tanguera: mis tías habían ido a ver a todas las orquestas y los cantores, en todos los reductos de tangueros que en esa época – entre los 50 y 60 – había.

De grande, un poco después de mis 20 años empecé a estudiar teatro en la escuela de Lorenzo Quinteros.  Y me encantaba actuar, pero sentía también que en los ejercicios e improvisaciones me salía cantar. Y siempre lo que me salía cantar era tango. Entonces todo se empezó a dar alrededor de escenas tangueras y de que yo cantara. Al poco tiempo empecé a ir a peñas y me gustó. Más adelante conocí a Ricardo Catena, que era un maestro del Colón, además de uno de los grandes cantantes líricos que tuvo la Argentina, muy groso. Tomé clases con él y ahí empecé a sentir que tenía ganas de iniciar mi carrera como cantora. Y las cosas se empezaron a dar: conocí mucha gente, empecé a ir a diferentes lugares, no solamente a las peñas – donde iba a cantar gente más grande -, sino que conocí otros lugares de tango más joven, por ejemplo fui a ver a la “Fernández Fierro”, que es un tango moderno, y comencé a vincularme con la gente que hace tango ahora.

Y así fui incorporando aquellas letras o composiciones que tienen más que ver con la actualidad, con lo que pasa ahora, pero sin dejar las letras de siempre del tango, o los poetas que a mí siempre me gustaron, como Homero Manzi, Cátulo Castillo, Eladia Velázquez, que fue gente que escuché toda mi vida. Pero salir a la escena del tango era también que me atravesara lo nuevo, las cosas que pasan ahora con la nueva letrística, involucrándome cultural y políticamente.

Ahora, en cambio hay una revalorización y un cambio de época, hay otra mirada en las nuevas letras y composiciones. Por ejemplo, hay un tango que se llama “Ni una menos”, de Verónica Bellini

Después fui cambiando de maestros, estuve con Lidia Borda, que es una de las grandes cantoras nacionales, con quien estudio en la actualidad interpretación y técnica vocal. Y también estudie con Nora Faiman, otra maestra que mezcla una técnica un poco propia y del bel canto, que viene de la escuela del Colón. Ella me incentivó a aprender a enseñar, a ser profe. Dictaba unos seminarios para alumnos avanzados y varios de nosotres los tomamos para comenzar a dar clases. Y a partir de ahí me salió un trabajo en el ECUNHI, que era docencia en talleres para adultos mayores que cantaban tango. Fue una etapa muy linda, una de las cosas más lindas que me pasó en esta carrera.

737: Y lo que planteaste vos sobre involucrarte políticamente, ¿cómo se da eso?

B.G.: Yo siempre fui llevando adelante una línea política para que se pueda revalorizar el tango, para que las leyes que hay con la música del tango se puedan proteger. Ahora estamos con un Instituto Nacional de Tango, que va a abarcar no solamente el proteccionismo de la música, sino también tratar de generar puestos de trabajo. Nuestra música ciudadana es algo muy fuerte y sentimos que está muy desprotegida, que no hay políticas que puedan llevar adelante una escena tanguera de laburo, y que es muy irregular, inconstante, no está regulada a nivel de trabajadores y trabajadoras. Son muy pocos los músicos y músicas que trabajan en una orquesta estable. La generación de puestos de trabajo – y más después de la pandemia – es muy compleja. A partir de la pandemia ninguno tenía laburo porque a todos se nos habían cortado giras o espectáculos, o las casas de tango en las que muchos músicos y músicas trabajaban. Y ahí empezamos a insistir en que el Estado nos tenía que reconocer como sector, y creamos la “Asociación de creadorxs e intérpretxs de tango” (ACIT). Propusimos una ley – junto con la Asamblea Federal de Trabajadores del Tango (AFTT) -, que es la “Ley del Instituto del Tango” y empezamos a hacer foco en las diferentes estéticas musicales, ya sea tango criollo, neo tango, el tango de concierto, cantores, cantoras, el tango electrónico, las orquestas milongueras. Son diferentes estéticas que están adentro del tango y nosotros desde la asociación las abarcamos a todas, y hay representantes de cada una. Yo soy la referente de género de toda la asociación, que atraviesa a todos los colectivos, las estéticas y comisiones. Y en este momento estamos aprobando un protocolo de no violencias adentro del tango y de la música. Es uno de los protocolos más aggiornados a la actualidad musical y abarca todas las violencias que pueden llegar a generarse dentro de un espacio musical, como así también las que se generen simbólicamente dentro de los grupos.

se está cambiando un montón, porque dentro del colectivo LGBT nosotros siempre llevamos adelante una lucha. Y desde ahí peleamos también para que tengan espacios los no binaries, las chicas trans, los chicos trans. Hay chicos y chicas trans que cantan tango, pero queremos abarcar un lugar más soñado, más ameno, más amoroso para todes

737:¿Cómo ves desde tu perspectiva de género el ambiente tradicional del tango que -incluso desde sus letras- tenía un fuerte componente machista?

B.G.: El tango sigue teniendo una simbología muy machista, en la que estamos trabajando, sin cortar lo de siempre. La idea es no negar las letras tradicionales dentro de un contexto histórico. Porque es muy de una época del país y de un contexto político-social que en una letra de tango los tipos se rían porque le pegan con una toalla mojada a una mina. Esos temas decidimos que no se difundan más, a no ser que estén dentro de una charla de canciones misóginas de 1940, que también se puede hacer para destacar la diferencia que hay de aquella época y la actualidad. El tango representó todas las violencias, y lo hizo muchas veces desde el lugar de comicidad. Y otras veces no, por ejemplo el tango “Puente Alsina”, que habla de un femicidio. O hay algunas letras que reivindican a la mujer que se le fue al tipo, por ejemplo “Ella se fue”. Pero este tipo de letras en las canciones de antes son la minoría, en general la mujer aparece como la puta, la que lo caga siempre al tipo. Ahora, en cambio hay una revalorización y un cambio de época, hay otra mirada en las nuevas letras y composiciones. Por ejemplo, hay un tango que se llama “Ni una menos”, de Verónica Bellini.

Hay todo una movida interesante con el tango y género. Y hay grupos que empezaron a visibilizar las problemáticas de género, incluyendo las diferencias laborales. Porque, por ejemplo, hay muchas orquestas que te invitan a cantar y tienen un cantor estable. Y al cantor estable le pagan y a las mujeres nos invitan. Y también hay una diferencia en cuanto al ideario social.  “El tango es macho”. Te dicen cosas como “a mí me gusta como cantás porque sos más masculina”. Ahora se está cambiando un montón, porque dentro del colectivo LGBT nosotros siempre llevamos adelante una lucha. Y desde ahí peleamos también para que tengan espacios los no binaries, las chicas trans, los chicos trans. Hay chicos y chicas trans que cantan tango, pero queremos abarcar un lugar más soñado, más ameno, más amoroso para todes. Hace poco, por ejemplo, Fifí – que es una chica trans – estuvo en el festival de tango de Buenos Aires. Y eso es sentar un precedente muy lindo, de mucha alegría, porque es la primera vez que Fifí – y que una chica trans – está dentro del festival. Y eso es recontra importante.

Creo que el tango es un termómetro social, el reflejo de lo que es una sociedad, relata lo que va pasando. No solamente en cuestiones de género, sino también en lo social. Por ejemplo, hay un tango, que se llama “Puente Pueyrredón”, de Pablo Sensottera que habla de la significancia que tiene ese lugar -allí fueron asesinados Maxi y Darío- desde el 2001 en adelante.

Bárbara Grabinski es cantora y docente vocal.  Se formó con Ricardo Catena, Nora Faiman y Lidia Borda. Militante musical y feminista. Participó de variados festivales de nuestra música popular, se desempeñó como docente en el ECuNhi y actualmente se encuentra grabando su segundo disco.

Foto: Alejandra López