Muy crítico de la clase media, se apoya en Jauretche (“ese hombre sabio”) para explicar las conductas de un sector al que dice pertenecer. Nos cuenta que en su barrio, en Bernal Oeste, casi no se ve gente en las calles, salvo vecinos que hacen compras o van con sus tapers a los comedores. Y confiesa que no tiene esperanzas, sino deseos, de que la pandemia alumbre un mundo mejor.
La cuarentena transcurre con tranquilidad en esa zona de Bernal Oeste “que está atrás del famoso batallón Viejo Bueno, donde fue la debacle de la guerrilla del ERP a fines de 1975”.
La capacidad de análisis y el gusto por la historia se conjugan en el relato del sacerdote Eduardo de la Serna, caracterizado también por su estilo descriptivo.
“Donde está la parroquia, hecha por migrantes italianos, ahora quedaron sus descendientes, pero es una zona donde hay un poco de todo, porque también se fue conformando con muchos asentamientos a lo largo del tiempo. Hay mucha gente que viene del Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, y también hay una zona donde hay bastantes migrantes paraguayos”, comenta.
Luego describe el perfil socioeconómico de ese rincón de Bernal Oeste, tan distinto al de la clase media que “cuando está bien, vota mal y cuando está mal, vota bien”, como señalaba Arturo Jauretche, “ese hombre sabio” al que le gusta citar.
“La zona del barrio donde está la iglesia parroquial podría calificarse de clase media-baja. Y en cuanto uno sale cuatro cuadras a la redonda, lo que hay en general es una zona de clase media-baja y baja. De hecho, muchas de las casas del barrio podrían estar perfectamente en cualquier villa”.
El barrio está tranquilo, los vecinos están en sus casas. “En general la gente ha respetado la cuarentena, y no hay policía en la calle, no hay retenes, no está la gendarmería, la prefectura, la Policía de la Provincia ni la Federal”.
Sin embargo, observa que el movimiento vinculado a los comedores alteró un poco la rutina barrial. “Lo que ha tenido un pequeño cambio son los comedores, porque no llegó comida en un primer momento, aunque después sí empezó a llegar. Y también en algunas partes el Ejército trajo comida cocinada, como fideos o polenta. Por ese motivo, muchas veces hay presencia de gente en la calle con sus tapers para llevar algo de comida a las casas”.
Quedaron claras muchísimas cosas (…) Solamente personas con cabeza de termo pueden haber salido a cacerolear, sin tener en cuenta un mínimo análisis de las consecuencias y de quién está manejando esas situaciones.
Cabezas de termo
“No tengo la más mínima idea de cómo va a repercutir esto en el futuro”, admite, en relación a los posibles cambios políticos, económicos y sociales que pueda producir el covid-19, tanto en nuestro país como en el mundo. Sin embargo, es escéptico.
“Con el coronavirus quedó clara la importancia de la salud pública; y la salud privada demostró que si no hay plata no funciona, no atiende o se desentiende. Quedó claro que hay lugares en donde el dinero es lo único que importa. Quedó clara la importancia de las aerolíneas de bandera”. Pero…
“Quedaron claras muchísimas cosas”, sintetiza, antes de lanzar una observación que no le permite derrochar optimismo. “Solamente personas con cabeza de termo pueden haber salido a cacerolear, sin tener en cuenta un mínimo análisis de las consecuencias y de quién está manejando esas situaciones. Entonces, hoy están todos contentos porque el Gobierno hace las cosas bien y mañana salen a cacerolear para que los políticos se bajen los sueldos, pero nadie salió por los 1500 empleados que echa Techint, por el blanqueo de capitales de Macri o porque se fugaron un PBI con los préstamos del Fondo”.
Vuelve a poner el foco en los comportamientos de algunos sectores de la clase media, a los que cuestiona por su “facilidad de actuar por supuestas sensaciones o sentimientos y no como fruto de una reflexión profunda”. Y nuevamente se vale de la historia para interpretar el presente: “me acuerdo de esa frase de 2002 que decía “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, pero en cuanto las ollas se llenaron, empezaron a hablar pestes de los piqueteros, que son esos negros que hay que poner presos, o cosas por el estilo”.
El cura Eduardo de la Serna deja una sentencia final. “Yo digo que no tengo esperanzas, tengo deseos. Profundos deseos de que muchas cosas cambien”. Y sigue trabajando en su día a día para que los deseos se acerquen cada vez más a la realidad.
Eduardo de la Serna (65 años) es un sacerdote católico argentino, director pastoral de la parroquia San Juan Bautista, perteneciente a la diócesis de Quilmes. Es miembro del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres y posee una opinión crítica de los sectores conservadores de la Iglesia y de la sociedad en general.